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🟡 Capituló 29
IX. El sueño de perdón

1. El que es esclavo de ídolos lo es porque está dispuesto a serlo.
Y dispuesto tiene que estar para poderse postrar en adoración ante lo que no tiene vida y buscar poder en lo que es impotente. ¿Qué le sucedió al santo Hijo de Dios para que su deseo fuera dejarse caer más bajo que las piedras del suelo y esperar que los ídolos lo elevasen? Escucha, pues, tu historia en el sueño que tejiste y pregúntate si no es verdad que no crees que sea un sueño.

2. En la mente que Dios creó perfecta como Él Mismo se adentró un sueño de juicios.
Y en ese sueño el Cielo se trocó en infierno y Dios se convirtió en el enemigo de Su Hijo. ¿Cómo puede despertar el Hijo de Dios de este sueño? Es un sueño de juicios. Para despertar, por lo tanto, tiene que dejar de juzgar. Pues el sueño parecerá prolongarse mientras él forme parte de él. No juzgues, pues el que juzga tiene necesidad de ídolos para evitar que sus juicios recaigan sobre sí mismo. Tampoco puede conocer al Ser al que ha condenado. No juzgues, pues si lo haces, pasas a formar parte de sueños malvados en los que los ídolos se convierten en tu “verdadera” identidad, así como en la salvación del juicio que, lleno de terror y culpabilidad, emitiste acerca de ti mismo.

3. Todas las figuras del sueño son ídolos, concebidos para que te salven del sueño. No obstante, fueron concebidos para salvarte de aquello de lo que forman parte. De esta manera, el ídolo mantiene el sueño vivo y temible, pues, ¿quién podría desear un ídolo a no ser que estuviera aterrorizado y lleno de desesperación?
Esto es lo que el ídolo representa. a Venerarlo, por lo tanto, es venerar la desesperación y el terror, así como el sueño de donde éstos proceden. Todo juicio es una injusticia contra el Hijo de Dios, “por lo que es justo que el que le juzgue no eluda la pena que se impuso a sí mismo dentro del sueño que forjó”. Dios sabe de justicia, no de castigos. Pero en el sueño de juicios tú atacas y te condenas a ti mismo; y deseas ser el esclavo de ídolos que se interponen entre tus juicios y la pena que éstos conllevan.