Salmo 119:145-152 (Nueva Versión Internacional)
Con todo el corazón clamo a ti, Señor; respóndeme, y obedeceré tus decretos.
A ti clamo: «¡Sálvame!» Quiero cumplir tus estatutos.
Muy de mañana me levanto a pedir ayuda; en tus palabras he puesto mi esperanza.
En toda la noche no pego los ojos, para meditar en tu promesa.
Conforme a tu gran amor, escucha mi voz; conforme a tus juicios, Señor, dame vida.
Ya se acercan mis crueles perseguidores, pero andan muy lejos de tu ley.
Tú, Señor, también estás cerca, y todos tus mandamientos son verdad.
Desde hace mucho conozco tus estatutos, los cuales estableciste para siempre.
PENSAR: Hemos llegado a enamorarnos del salmo 119 como un tesoro del pueblo de Dios. Es un salmo acerca del lugar de la palabra de Dios y de su poder en nuestra vida. En la pequeña porción que leemos hoy, ponemos atención a dos detalles. Uno de ellos se refiere al horario, cuando la palabra de Dios ocupa nuestra meditación. Se mencionan dos momentos del horario. Uno es muy temprano en la mañana, antes de la salida del sol, y el otro es muy tarde en la noche, más allá de la medianoche. Estos dos tiempos corresponden a situaciones de silencio, cuando no hay barullo en las calles, ni ruidos en la casa. Son los momentos en que podemos poner más atención a la palabra de vida.
Esto quiere decir que, para todo tipo de persona, la palabra de Dios tiene un llamado. Para quienes somos mañaneros, que abrimos los ojos desde temprano para ganarle la carrera al sol, la palabra de Dios nos está esperando. Y para quienes somos más bien trasnochadores, que no queremos ir a la cama tan temprano, que tenemos todavía cosas que hacer antes de dormir y se nos pasan las horas de la noche hasta más allá de la medianoche, también la palabra de Dios está ahí esperándonos. Sea que seamos del horario tempranero o trasnochador, los dos están en esta porción del salmo.
El otro detalle que nos llama la atención es el asunto de la cercanía. Dice el salmista que siente cerca a los enemigos: crueles perseguidores que nos quieren destruir. Sabemos que no tenemos lucha contra carne y sangre. Es decir, que cuando leemos el asunto de enemigos en los salmos, debemos saber que hay que identificar que se trata de enemigos más profundos que sólo materiales. Son enemigos de nuestro espíritu. Causan un daño más grave y severo. Son el enemigo satanás, el enemigo egoísmo (nuestra carne) y el enemigo sistema de valores opuestos a Dios, que es el mundo. Estos son tres enemigos que son muy reales. Cada vez que leamos en los salmos alguna mención a los enemigos, hay que pensar en estos tres.
El salmista siente que sus enemigos están cerca. Pero también afirma que Dios está muy cerca. Mucho más cerca. La palabra de Dios está cerca de nosotros para librarnos. En este asunto de la cercanía, es cierto que las amenazas están cerca, pero también es cierto que está cerca la palabra de Dios. En medio de la confrontación con esos perseguidores que nos quieren alejar de la palabra de vida, podemos acudir al Señor muy temprano en la mañana, o si lo preferimos, muy tarde en la noche, pues el Señor nos espera a cualquier hora del día o de la noche para darnos su bendición.
ORAR: Gracias, Dios, porque tu palabra nos llama a todas horas, y nos protege de todo mal. Amén.