Marcos 9:42-50 (La Palabra)
A quien sea causa de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que lo arrojaran al mar con una piedra de molino atada al cuello. Si tu mano va a ser causa de que caigas en pecado, córtatela. Porque más te vale entrar manco en la vida eterna que con tus dos manos ir a parar a la gehena, al fuego que nunca se apaga, [donde el gusano que los roe no muere y el fuego no se extingue]. Y si tu pie va a ser causa de que caigas en pecado, córtatelo. Porque más te vale entrar cojo en la vida eterna que con tus dos pies ser arrojado a la gehena, [donde el gusano que los roe no muere y el fuego no se extingue]. Y si tu ojo va a ser causa de que caigas en pecado, arrójalo lejos de ti. Porque más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que con tus dos ojos ser arrojado a la gehena, donde el gusano que los roe no muere y el fuego no se extingue. Todo ha de ser salado al fuego. La sal es buena, pero si se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? ¡Tengan sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros!
PENSAR: Uno de los rasgos distintivos de la condición humana es la responsabilidad. A ninguna otra especie se le ha dado. Sólo el ser humano está llamado a responder. Entonces, se espera que como seres humanos sepamos reconocer aquello a lo que se nos llama, para ser responsables.
El Señor Jesús dijo estas palabras para señalar la gravedad del asunto. Para ser responsables, primero hay que reconocer que hay un mal camino, y luego, hacer todo lo posible por apartarnos de él. Nuestras acciones no son absolutamente neutrales. Aquello que hagamos afectará a alguien. Por eso, tengamos cuidado de no pisar a nadie, especialmente a los más pequeños, a quienes el Señor tiene en especial estima.
Tenemos la capacidad de hacer algo para evitar el mal camino. Tenemos agencia y responsabilidad. Podemos y debemos tomar medidas concretas y drásticas para evitar la tentación. El Señor Jesús habló de cortar la mano, el pie y el ojo. Es obvio que no es lenguaje literal, porque sus discípulos tuvieron ocasiones de caer en pecado, y no se cortaron nada.
Si bien no es lenguaje literal, sí es lenguaje de advertencia seria. La mano representa nuestro trabajo; el pie, nuestros rumbos; y el ojo, nuestras aspiraciones. Si para evitar el mal camino hay que hacer algo tan drástico como cambiar de trabajo, ajustar nuestras rutas o renunciar a ciertas aspiraciones, pues hay que hacerlo. Es nuestra responsabilidad. ¿De qué nos sirve tener lo que ese trabajo, esos rumbos y esas aspiraciones nos brindan, si nuestro fin será el quemadero de basura?
El Señor nos llama a una vida que tiene el sabor y sazón de la paz. Es una vida de alegría en el reino de Dios, donde el trabajo, los rumbos y las aspiraciones producen relaciones de justicia y paz.
ORAR: Señor, que nuestro trabajo, nuestros pasos y nuestros deseos estén fundados en ti. Amén.
IR: El pecado no tiene la última palabra y no nos dejará esclavizados para siempre.