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Nehemías 3:7-12 (La Palabra)
Junto a ellos trabajaron Melatías, el gabaonita, y Jadón, el meronita, oriundos de Gabaón y de Mispá, todos a expensas del gobernador del otro lado del Éufrates. A su lado trabajaron también Uziel, hijo de Jaraías, del gremio de los orfebres, y Jananías, del gremio de los perfumeros. Todos estos restauraron la muralla de Jerusalén hasta el muro ancho. A su vez Refaías, hijo de Jur y jefe de la mitad del distrito de Jerusalén, junto con Jedaías, hijo de Jarumaf, en el tramo situado frente a su casa, con Jatús, hijo de Jasabnías, con Malquías, hijo de Jarín, y con Jasub, hijo de Pajat-Moab, restauraron el segundo sector hasta la Torre de los Hornos. Codo con codo junto a ellos, y acompañado de sus hijas, participó en la restauración Salún, hijo de Jalojes y jefe de la otra mitad del distrito de Jerusalén.
PENSAR: La lista de quienes reconstruyeron la muralla de Jerusalén está llena de detalles interesantísimos. En esta breve porción que leemos hoy aparecen personas que seguramente nunca se vieron a sí mismas como albañiles, pero que tomaron la pala y la espátula, y aprendieron a colocar ladrillos y bloques en filas ordenadas y bien unidas con cemento, arena y cal.
Melatías y Jadón, representan a los judíos foráneos, que vivían bajo la autoridad de sátrapas extranjeros en territorios al este del Jordán. Uziel era joyero y estaba habituado a trabajar con oro. Debido a su oficio mucho dinero pasaba por sus manos. Ahora tenía que aprender a mezclar arena y cemento con agua. Jananías hacía perfumes. No hay trabajo más alejado a la construcción que ser perfumero. Seguramente era un tipo fino, con modales delicados y muy sensible y detallista. Ahora estaba convertido en albañil, con su ropa empolvada y sus manos encallecidas.
Refaías era un alcalde, un gobernante, un administrador público. Sabía firmar papeles y poner su sello en las órdenes que comandaba a su equipo, pero ahora forma parte de una cuadrilla de constructores, ahora es parte del equipo, y no le molesta que su nombre quede plasmado junto con otros que no son jefes, como Jedaías, Jatús, Malquías y Jasub.
Otro alcalde era Salún, que aparece en la lista acompañado de sus hijas. Seguramente, Salún llegó a la obra de reconstrucción después de haber deliberado en casa: “¿Cómo podemos ayudar, si en esta casa sólo yo soy varón?” Las hijas se miraron unas a otras, y le dijeron a su padre: “¡Nosotras también podemos acomodar ladrillos en la muralla!” En esa reconstrucción también participó la mano femenina. Las mujeres tienen plena participación en todas las tareas del ministerio en el pueblo de Dios.
Hombres y mujeres, jefes y peones, refinados y rudos, ricos y pobres, locales y foráneos, todos son albañiles inesperados y aprendices de constructores. Para reconstruir la muralla, no se contrató masivamente a fuerza laboral externa. No se obligó a ningún pueblo esclavo ni hubo trabajos forzados, como en el tiempo de la monarquía de David y Salomón. Cada centímetro de la muralla fue levantado por el pueblo de Dios. Esta es una lección hermosa de participación y compromiso.
ORAR: Señor, muéstranos qué podemos hacer cada uno de nosotros para participar en tu obra de la reconstrucción de tu pueblo para que sea de bendición a tu mundo. Amén.

IR: “De la abundancia del corazón habla la boca”.