Nehemías 4:1-3 (La Palabra)
Cuando Sambalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los de Asdod se enteraron de que se avanzaba en la restauración de las murallas de Jerusalén y de que se iban cerrando las brechas, se enfurecieron y todos a una conspiraron para luchar contra Jerusalén y causarle el mayor daño posible. Así que oramos a nuestro Dios y establecimos contra ellos una guardia de día y de noche.
PENSAR: El tema del libro de Nehemías es la reconstrucción. Evidentemente, en nuestra actualidad, debido a la terrible pandemia que experimentamos como humanidad, estamos ante la enorme tarea de reconstruir la muralla, la vida, la identidad y la misión del pueblo de Dios, para participar también en la reconstrucción del mundo de Dios. En el capítulo 4 vemos la reacción de Nehemías ante los ataques de los enemigos. Primero eran burlas y chistes, pero ahora se están convirtiendo en amenazas más concretas. Las burlas suben de tono en una especie de “violentómetro” que registra cómo las agresiones van subiendo de tono. Los insultos se transforman en planes para ir a hacer daño y matar. Cuidado con nuestra manera de hablar. Cuidado con los chistes que admitimos y difundimos. Porque una palabra mala está muy cerca de una acción mala.
Además, observamos que el pueblo de Dios no inicia los ataques, sino que se prepara para defenderse y “apagar los dardos de fuego del maligno”. Incluso en la oración vindicativa de Nehemías en la sección anterior, él no inicia la maleficencia, sino que ésta se ha iniciado en Sambalat. Y Nehemías sólo pide a Dios que Sambalat coseche aquello que ha sembrado. En la lucha del pueblo de Dios, nuestra labor es defensiva, y no ofensiva. Todas las piezas de la armadura de Dios, que se describe en Efesios 6, son protecciones defensivas contra los golpes y los ataques del enemigo. Incluso la espada (la majaira) no es un sable para llevar al combate, sino una daga para representar la autoridad de un ejército de ocupación, que realiza labores policíacas de control social. Nuestra lucha no es ofensiva. Nuestro asunto es resistir los ataques del enemigo. Estos ataques vienen por los cuatro flancos. Son problemas, dudas, tentaciones y miedos.
Lo primero que hace el pueblo de Dios ante estos cuatro ataques, es orar. En medio del conflicto, “alzaré mis ojos a los montes… ¿de dónde vendrá mi ayuda?” ¿De dónde vendrán nuestros refuerzos? Nuestra ayuda viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra. Son refuerzos invencibles para sortear los problemas, para integrar las dudas, para resistir las tentaciones y para vencer los miedos.
Ante los ataques, la oración. Pero es una oración en equilibrio con la acción. La oración de Nehemías va acompañada de acciones de organización y estrategia defensiva. Es oración sin cesar, porque es conciencia de la presencia y apoyo del Señor, que está siempre cerca, Dios en cada minuto, “Cristo al descansar y Cristo al levantarme”; pero también es respuesta coordinada, es acción. Establecieron guardias y turnos de día y de noche. De nada sirve la oración sin la acción, y del mismo modo, de nada sirve la acción sin oración. Ambas cosas son necesarias y en equilibrio.
ORAR: Señor, ayúdanos a responder a los ataques con equilibrio entre oración y acción. Amén.
IR: Cristo es la justicia de Dios para todo aquel que en él cree.