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Nehemías 7:4-6 (La Palabra)
La ciudad era espaciosa y extensa pero la habitaba poca gente y apenas si había casas reedificadas. Por inspiración de Dios convoqué a los nobles, a las autoridades y al pueblo para hacer un censo por familias. Encontré el registro genealógico de los que habían regresado a Jerusalén al principio y en él estaba escrito lo siguiente: “Estos son los pertenecientes a la provincia [de Judá] que regresaron de la cautividad adonde los había desterrado Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que volvieron a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad…
PENSAR: El capítulo siete de Nehemías es impactante porque Nehemías se quita a sí mismo del centro del escenario. En el capítulo anterior, los enemigos lo acusaban e inventaron el rumor falso en cuanto a que él quería ser el rey. Ahora lo vemos dando varios pasos hacia atrás, y poniendo a otros en el escenario. Delegar, designar tareas, reducir su protagonismo en la historia, es algo maravilloso para cualquier gran líder, cuando sabe retirarse a tiempo. Qué gran tragedia cuando un líder nunca suelta el poder, sino que se estaciona para siempre sin dejar que el pueblo avance.
También es trágico el caso de grandes líderes que cuando salen del escenario, sus discípulos resultan ser todo lo contrario a lo que enseñó el líder. Es cierto que, de un grupo de doce discípulos, al Señor Jesús le tocó un Judas. Pero es trágico cuando al ver todos los discípulos de un buen maestro observamos que no pudo producir discípulos a su imagen y semejanza.
Nehemías presta atención a la necesidad de salir del escenario a tiempo, y dejar a otros a cargo de la obra. Por eso piensa más allá de sí mismo. La obra debe continuar más allá de nuestra presencia física. Él pensaba en cómo regresar a su puesto de copero del rey de Persia, y sabe que la obra no puede depender total y completamente de él. Por eso distribuye funciones. Todo buen liderazgo piensa en cómo formar a la siguiente generación. Porque ellos y ellas estarán al frente del proyecto.
Dios también participa en este proceso de renovación de liderazgo, porque el criterio para definir el liderazgo no es ningún mérito humano: vehemencia, fortaleza, personalidad, preparación, títulos, sino su temor de Dios, y su participación en el evangelio. Es por inspiración de Dios que Nehemías realizó esta gran convocatoria del pueblo para reafirmarles su identidad.
No se trata de un censo arrogante como el que inició el rey David, para gloriarse de su fuerza. Es más bien un conteo de daños, un censo de humildad. Un repaso de quiénes hemos quedado con vida después de esta gran tribulación, para recordar nuestra identidad como pueblo de bendición, y nuestra misión de ser bendición al mundo de Dios.

ORAR: Dios, aquí estamos. Cuenta nuestro nombre para participar en tu bendición al mundo. Ayúdanos a no perder de vista el objetivo de todo buen liderazgo en tu pueblo. Amén.

IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.