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Marcos 9:1-4 (La Palabra) Y les dijo también: — Les aseguro que algunos de los que están aquí no morirán sin haber comprobado que el reino de Dios ha llegado con poder. Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan y los llevó aparte a ellos solos a un monte alto. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Su ropa se volvió de una blancura resplandeciente, tal como ningún batanero de este mundo sería capaz de blanquearla. Y los discípulos vieron a Elías y a Moisés, que estaban conversando con Jesús. PENSAR: Sí, el reino de Dios ha llegado con poder, precisamente en la persona del Señor Jesús. Él mismo es el reino celestial, pues no existe reino sin Jesús, y no existe cielo sin Jesús. Ahí donde él está, el lugar se transforma en el cielo, porque su presencia es lo que hace que el reino sea el reino. De modo que el Señor Jesús invitó a algunos discípulos (tres que también se mencionan en la casa de Jairo, y en la agonía del Getsemaní) para presenciar el resplandor del reino. Podemos pensar que, dentro del grupo de los doce, estos tres tenían acceso privilegiado a experiencias y conversaciones más íntimas con el Señor. Su ropa resplandeció con un blanco que no se logra ni se conoce en este mundo. No hay jabón, detergente ni lavadora capaz de dar ese resplandor. Es un resplandor que proviene de otra realidad, de más allá del sol, es el resplandor del reino de Dios. El resplandor de Jesús es un resplandor que ilumina la vida entera. Nos transforma. Señala nuestro pecado y lo que debemos cambiar. Indica el camino correcto para vivir en libertad y plenitud. Es la luz de Dios. Moisés y Elías, los personajes más importantes de la ley y los profetas, respectivamente, tienen el privilegio de conversar personalmente con el Señor Jesús. Ambos tienen en común que nadie los sepultó. Dios mismo se encargó de ellos al final de su vida. Aunque los discípulos nunca habían visto un retrato de estos dos héroes del Antiguo Testamento, pudieron reconocerlos. A Elías se le reconocía por su forma de vestir (piel de camello con un cinturón), y a Moisés –tal vez—por su vara. Lo importante es que no es Jesús quien se presenta como honrado por estar ante Moisés y Elías, sino al revés. Son ellos quienes tienen el inmenso honor de hablar cara a cara con el Hijo eterno de Dios. De modo que el Señor Jesús no es sólo un personaje bíblico como todos los demás. Su presencia en nuestra vida es la diferencia entre el día y la noche, entre la muerte y la vida. ORAR: Señor, gracias por tu luz, que resplandece en nuestra oscuridad y lo cambia todo. Amén. IR: Todas las bendiciones que valen la pena provienen de una relación especial con Dios.