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Nehemías 3:21-28 (La Palabra)
Continuó el trabajo Meremot, hijo de Urías y nieto de Cos que restauró el tramo que va desde la entrada de la mansión de Eliasib hasta el final de la misma. Y también colaboraron en la obra los sacerdotes residentes en la llanura. Benjamín y Jasub restauraron el tramo que estaba frente a su casa, mientras Azarías, hijo de Maasías y nieto de Ananías, hacía lo propio con el de la suya. Por su parte Binuí, hijo de Jenadad, restauró el tramo que va desde la casa de Azarías hasta el rincón del Ángulo. Palal, hijo de Uzay, restauró el sector que está enfrente del Ángulo y enfrente de la torre que sobresale en el palacio del Rey, la que da al patio de la cárcel.
A continuación Pedaías, hijo de Parós, y con él los donados que vivían en el Ófel restauraron en dirección este hasta llegar frente a la Puerta de las Aguas y la torre que sobresale. Los tecoítas repararon el tramo que está frente a la Gran Torre que sobresale hasta llegar al muro del Ófel, mientras los sacerdotes lo hicieron en el tramo que cada uno tenía frente a su casa a partir de la Puerta de los Caballos.
PENSAR: En la lista de los participantes en la reconstrucción de la muralla aparece un dato muy interesante. Se menciona el nombre de quien estuvo al frente de cada porción, hasta completar el circuito de toda la muralla, y también se menciona que hubo quienes construyeron “el tramo que estaba frente a su casa”.
La reconstrucción fue una tarea demasiado grande para una sola persona. Fue necesario que participaran muchos, trabajando en porciones más pequeñas (alrededor de cuarenta), para poder completar la obra. Así es también en el trabajo de la iglesia. Cada miembro debe hacer su parte.
En el ejemplo de quienes reconstruyeron “el tramo que estaba frente a su casa” aprendemos varias lecciones. Para empezar, es una lección de optimización de los recursos. En vez de ir a reconstruir al otro lado de la ciudad, ellos trabajaron cerca, sin tener que trasladar su trabajo a gran distancia.
Pero también hay una lección de pertinencia. La reconstrucción es algo que nos atañe personalmente, cotidianamente, de manera doméstica. Es algo que hacemos desde nuestra realidad personal, desde nuestra casa. El trabajo será bueno porque está en juego nuestra casa. Especialmente en el caso de los sacerdotes, reconstruir desde su casa es una imagen muy poderosa para el ministerio. La primera tarea pastoral es doméstica. Nuestra primera responsabilidad ante el Señor son nuestras relaciones más cercanas y caseras.
Quienes han compartido el mismo techo durante el confinamiento tienen la responsabilidad de la reconstrucción “del tramo que está frente a su casa”. Esto significa que la reconstrucción comienza en nuestro círculo más inmediato.
Busquemos al Señor, para renovar nuestro corazón. Que Dios comience su buena obra de reconstrucción, primero en nosotros, y luego podemos continuar con nuestra familia y amistades cercanas. En este tiempo tan desafiante, procuremos reconstruir desde nuestra casa.
ORAR: Señor, ayúdanos en la reconstrucción de tu obra, comenzando desde nuestra casa. Amén.

IR: Dios, sácanos de esta prisión, para así poder alabar tu nombre.