Nehemías 2:1-5 (La Palabra)
Corría el mes de Nisán del año vigésimo del rey Artajerjes, y estaba yo con el vino a punto delante del rey; lo levanté y se lo serví. Como nunca antes había estado triste en su presencia, el rey me preguntó: — Si no estás enfermo, ¿por qué está triste tu semblante? Sólo puede ser porque tienes el corazón afligido.
Me asusté mucho y contesté al rey: — ¡Viva el rey para siempre! ¿Cómo no voy a estar triste si la ciudad donde se hallan los sepulcros de mis antepasados está desolada y sus puertas devoradas por el fuego? — ¿Qué necesitas? —me preguntó el rey—.
Entonces yo me encomendé al Rey de los cielos y contesté al rey: — Si le parece correcto a su majestad y aprecia a este su siervo, envíeme a Judá, a la ciudad donde están los sepulcros de mis antepasados, y la reedificaré.
PENSAR: La mala noticia del estado deplorable en que se encontraba Jerusalén fue recibida por Nehemías en el mes de quisleu (nov-dic). En el texto que leímos hoy se menciona el mes de nisán (mar-abr). Quiere decir que Nehemías dilató cuatro meses en su proceso de duelo, ayunos, arrepentimiento y oración.
Fueron cuatro meses de agonía, tiempo para que Nehemías atendiera al llamado de Dios, para que resolviera sus asuntos personales, para responder a las preguntas “¿y qué tiene que ver conmigo todo esto?, y ¿qué es lo que yo puedo hacer al respecto?”
Nehemías no pertenecía a una familia sacerdotal, como para ejercer un liderazgo espiritual en el pueblo. Tampoco tenía sangre real, como para pretender convertirse en rey. No tenía linaje de liderazgo, ni de jueces ni de caudillos de Israel. Sólo era hijo de Jacalías, y copero del rey.
Especialmente por su función como copero del rey, que era un puesto de suma confianza, Nehemías tenía que haber sido eunuco, según la costumbre de la época, ya que el copero tenía acceso a la presencia del rey, y también de la reina. Esto complicaba mucho más la agonía de Nehemías de quisleu a nisán, porque según la ley, los eunucos quedaban excluidos del pueblo de Israel, y por supuesto también de todo liderazgo (Deuteronomio 23:2).
De modo que, de quisleu a nisán, Nehemías lloraba por la tragedia, y también se preguntaba si él, desde su situación singular, podía hacer algo. En cierta forma, todos pasamos de quisleu a nisán. Todos sentimos el duelo por tanto dolor, por la desintegración de muchas áreas de la vida y misión de la iglesia, por la necesidad de reconstrucción, pero nos preguntamos “¿y qué tiene que ver conmigo todo esto?, ¿qué puedo hacer yo, desde mi situación de vida?”
ORAR: Señor, usa nuestra vida como instrumento de bendición para tu pueblo y para tu mundo. Amén.
IR: “Yo sé que el Señor tomará la causa del afligido y el derecho de los necesitados”.