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Marcos 10:13-16 (La Palabra)
Llevaron unos niños a Jesús para que los bendijese. Los discípulos reñían a quienes los llevaban; pero Jesús, al verlo, se enojó y les dijo:
— Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el reino de Dios es para los que son como ellos. Les aseguro que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
Y estrechaba a los niños entre sus brazos y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.
PENSAR: Este breve pasaje está lleno de impactos. El primer impacto que recibimos es que los que impedían que los niños llegaran a Jesús no eran los fariseos, ni los herodianos, ni los soldados romanos. Eran los discípulos. Aparentemente, el principal impedimento para que la nueva generación conozca a Cristo es la iglesia misma. Hay algo en nuestra actitud como grupos, como organizaciones, como instituciones, que ahuyenta a los niños, adolescentes y jóvenes. Debemos preguntarnos qué es. ¿Es acaso orgullo? ¿Es egoísmo? ¿Tenemos miedo? ¿Pensamos tal vez que los niños renovarán la fe cristiana de un modo que quedaremos excluidos?
El segundo impacto que nos da este texto es el enojo del Señor Jesús. Hay cosas que enojan a Cristo. No se trata de una persona indiferente a los atropellos y abusos, sino que muestra indignación y enojo ante la prepotencia de los adultos. Especialmente, lo enoja cuando sus discípulos (las iglesias) impedimos que niños, adolescentes y jóvenes se acerquen al Señor, por culpa nuestra. Lo enoja cuando les decimos a los niños que la iglesia no es para ellos, que hacen demasiado ruido, que no se portan bien, que, si no van a comportarse, mejor ni vengan…
El tercer impacto de este pasaje es que el reino de Dios es para quienes tienen las características de la condición infantil. ¿A qué características se refiere? No está hablando de la inmadurez ni la ignorancia, que son características infantiles. Tampoco se refiere a la irresponsabilidad ni a la falta de discernimiento profundo en los grandes dilemas morales de la vida, que también son características de los niños. Los discípulos de Cristo no deben caracterizarse por nada de eso. Más bien se refiere a la disposición de aprender, a la facilidad para alegrarse, y a la rapidez para perdonar y reconciliarse. Estas son características infantiles que deben tener todos los discípulos del Señor Jesús, para poder recibir el reino de Dios y para entrar en él.
¡Cómo quisiéramos ser esos niños que fueron abrazados por Jesús! El Señor los estrechó en sus brazos. ¡Qué abrazo tan especial, tan lleno de vida y cariño, tan sanador y restaurador! El abrazo de Jesús es medicina para nuestro corazón. Él puso sus manos sobre aquellos niños y niñas y los bendijo. ¿Podemos imaginar qué clase de efecto tuvo esa bendición en aquellas pequeñas vidas? Con la bendición de Cristo, podemos enfrentar todas las dificultades, seguros de su amor y su compañía, justo en medio del valle de sombra y de muerte por el que todos pasamos.
ORAR: Señor, perdona si estorbamos que los niños se acerquen a ti. Enséñanos a ser niños. Amén.

IR: El pecado no tiene la última palabra y no nos dejará esclavizados para siempre.