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Marcos 8:1-10 (La Palabra)
Por aquellos días se reunió otra vez mucha gente. Como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: — Me da lástima esta gente. Ya hace tres días que están conmigo y no tienen nada que comer. Si los despido y los dejo ir a sus casas en ayunas, van a desfallecer por el camino. Y algunos han venido de lejos. Los discípulos le contestaron: — Pero ¿de dónde podrá uno sacar pan para dar de comer a todos estos en este lugar apartado? Jesús les preguntó: — ¿Cuántos panes tienen ustedes? Ellos contestaron: — Siete. Jesús dispuso que la gente se sentara en el suelo. Luego tomó los siete panes, dio gracias a Dios, los partió y se los fue dando a sus discípulos para que ellos los distribuyeran. Y los discípulos los distribuyeron entre la gente. Tenían además unos cuantos peces; Jesús los bendijo y mandó que los repartieran. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y todavía se recogieron siete espuertas de los trozos sobrantes de pan. Luego Jesús despidió a la multitud, que era de unas cuatro mil personas. A continuación subió a la barca con sus discípulos y se dirigió a la región de Dalmanuta.
PENSAR: Al igual que la multitud que fue alimentada con cinco panes y dos peces, y que estaba compuesta principalmente por judíos del otro lado del lago, esta multitud de gentiles también tiene hambre. Dice el texto que no tenían qué comer, así que el milagro no consistió en hacer que todos compartieran lo que cada quien traía. Se trata de una demostración de compasión y cuidado de parte del Señor Jesús para toda la gente. Pero hay ciertos detalles que hacen que este episodio cobre una gran relevancia en el Evangelio.
Cuando el Señor alimentó a la multitud al otro lado del lago, sobraron doce canastas de pedazos de pan y del pescado. Una cifra de gran significado para el pueblo judío, por la referencia a las doce tribus de Israel. Así, el Señor demostró que es el buen pastor de Israel. Pero en esta ocasión la multitud está compuesta principalmente por gentiles. El Señor agradeció a su Padre los siete panes, y sobraron siete canastas de pedazos. Esta cifra también tiene mucho significado, porque todo el universo fue hecho en siete días, el número que representa el todo. Así, el Señor demostró que no sólo es el buen pastor de Israel, sino del universo entero.
Como pastor, el Señor Jesús se preocupó de no despedir en ayunas a la gente. No son extraños. Son su rebaño. Por eso asume la responsabilidad de cuidarles, de atenderles, de hacerles reposar en pastos verdes. Proveyó para toda la gente como si se tratara de su propia familia, y enseñó a sus discípulos a tener esta actitud de servicio y de atención por la gente, aunque se tratara de personas no-judías. Al terminar, igual que lo hizo con sus compatriotas judíos, se quedó despidiendo a la multitud. Hizo contacto pastoral con jóvenes, niños y adultos. Bendijo a las parejas, y a los ancianos. Se mostró así que el Señor Jesús es el buen pastor de todas las naciones.

ORAR: Señor, gracias por tu cuidado y provisión, por tu interés pastoral de bendecirnos. Amén.

IR: Vale la pena seguir sembrando con lágrimas, porque vamos a volver con gozo, recogiendo gavillas llenas de vida en abundancia.