Marcos 7:1-7 (La Palabra)
Se acercaron a Jesús los fariseos y unos maestros de la ley llegados de Jerusalén y vieron que algunos discípulos de Jesús comían con las manos impuras, esto es, sin habérselas lavado. (Porque los fariseos y demás judíos, siguiendo la tradición de sus antepasados, no comen sin antes haberse lavado las manos cuidadosamente. Así, cuando vuelven del mercado, no comen si antes no se lavan. Y guardan también otras muchas costumbres rituales, tales como lavar las copas, las ollas, las vasijas metálicas y hasta las camas). Preguntaron, pues, a Jesús aquellos fariseos y maestros de la ley: — ¿Por qué tus discípulos no respetan la tradición de nuestros antepasados? ¿Por qué se ponen a comer con las manos impuras? Jesús les contestó: — ¡Hipócritas! Bien profetizó Isaías acerca de ustedes cuando escribió:
Este pueblo me honra de labios afuera, pero su corazón está muy lejos de mí. Inútilmente me rinden culto, pues enseñan doctrinas que sólo son preceptos humanos.
PENSAR: Las tradiciones de los fariseos no tenían fundamento sólido en las Escrituras. Ellos respetaban y elaboraban las tradiciones del judaísmo del segundo templo, que se caracterizaba por su resistencia ante la influencia cultural del mundo helénico. Su principal objetivo era la supervivencia de la identidad cultural del judaísmo, y no el conocimiento auténtico de la buena voluntad de Dios hacia su mundo. Odiaban al extranjero y pensaban que lo más importante era mantener las formas, los rituales y ceremonias, sin conexión alguna con el fondo. El culto fariseo es un culto inútil, porque ignora el evangelio.
En cambio, el Señor Jesús apeló a otra tradición, más antigua, que corresponde al tiempo del profeta Isaías. Esto quiere decir que Jesús evaluó las tradiciones religiosas de su tiempo según el criterio del testimonio de las Sagradas Escrituras. Esta es la gran lección que aprendemos del Señor Jesús. Lo más importante es el fondo, y de ahí se derivan las formas y las ceremonias; de ahí toman su sentido las prácticas religiosas.
Hace dos mil años no había conocimientos sobre higiene, pues no había nacido la ciencia de la microbiología. De modo que el acto de lavarse obsesivamente no tenía conexión alguna con la lucha contra una pandemia, ni mucho menos. Era el afán de quitarse todo contacto con el mundo exterior, con la plaza pública, con el mercado, con la realidad política de los espacios en los que hay influencias extranjeras. El pan que compraban en el mercado seguramente habría estado cerca de algún extranjero, y tenían que lavarse las manos antes de comerlo.
Los discípulos de Jesús han aprendido de su maestro otra actitud hacia la vida. Con gratitud, alegría y sencillez de corazón, comparten la comida como parte de la relación que tienen con Dios. Se regocijan al comer, porque se reconocen humanos delante de Dios, un Dios que quiere bendecir a todas las familias de la tierra por medio de su Hijo Jesús. Por esta buena noticia, por este evangelio, los seguidores de Jesús pueden reconocer el fondo, más allá de las formas.
ORAR: Señor, gracias por tu bondad hacia tu mundo. Que podamos vivir en tu gozo. Amén.
IR: La mayordomía de la influencia se canta en el himno: “Debo ser fiel por los que en mí confían”.