Salmos 127 (La Palabra)
Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan sus constructores;
si el Señor no protege la ciudad, en vano vigila el centinela.
En vano se levantan de madrugada, en vano se van tarde a descansar
y comen pan ganado con esfuerzo: ¡El Señor lo da a su amigo mientras duerme!
Son los hijos herencia que da el Señor, son los descendientes una recompensa.
Como flechas en la mano del guerrero, son los hijos que en la juventud se tienen.
¡Feliz quien llena con ellas su aljaba!
No será humillado si se enfrenta al adversario en la puerta de la ciudad.
PENSAR: Este es uno de los salmos favoritos del pueblo de Dios, que contiene declaraciones hermosas sobre la familia y los hijos e hijas. Los constructores de la casa trabajan en vano si no es el Señor mismo quien la construye. Los hijos e hijas son herencia preciosa que viene de parte de Dios. Es uno de los salmos para acompañar el viaje a pie (de varios días) hacia Jerusalén en las convocatorias nacionales para celebrar la Pascua, el Pentecostés, o los Tabernáculos.
Esto quiere decir que, seguramente, el Señor Jesús cantó este salmo con sus discípulos y los otros viajeros hacia Jerusalén, en algún momento de reposo en el viaje, o en medio de la gente que iba por los caminos haciendo su subida a Jerusalén. Él iba meditando que es el Señor quien construye la casa, y no sólo la casa, sino también la ciudad entera, el reino y la vida toda.
Es muy común oír en diversos círculos la idea de que nosotros tenemos que construir el reino de Dios. En realidad, es el Señor quien lo construye. A la iglesia le corresponde vivir en el reino, proclamar y celebrar la realidad del reino, señalar que Cristo es el Rey de reyes de ese reino, pero no construirlo. Si el Señor no es quien lo construye, en vano trabajaríamos nosotros tratando de construir el bendito reino de Cristo en el mundo.
Es el Señor quien guarda nuestro sueño, y prepara sus bendiciones para el día, aún durante el sueño de su amado pueblo. Es el Señor quien no sólo provee del pan cotidiano, sino también de la enorme bendición de tener una nueva generación. Por la gracia de Dios podemos ejercer paternidad y maternidad, no sólo biológica, sino también espiritual, educativa, moral y social.
Cada hijo e hija del pueblo de Dios es una bendición y un tesoro especial, y también es un llamado a la responsabilidad de toda la comunidad. En la crianza de la nueva generación está la confianza en el Señor que construye su reino, y que provee fielmente con toda bondad.
ORAR: Señor, gracias por tu amor cotidiano. Queremos conocer la realidad de tu reino, hoy. Amén.
IR: El Señor construye su bendito reino, en humildad y para la reconciliación con el Padre celestial.