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Marcos 7:24-30 (La Palabra)
Jesús se fue de aquel lugar y se trasladó a la región de Tiro. Entró en una casa, y quería pasar inadvertido, pero no pudo ocultarse. Una mujer, cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, supo muy pronto que Jesús estaba allí y vino a arrodillarse a sus pies. La mujer era griega, de origen sirofenicio, y rogaba a Jesús que expulsara al demonio que atormentaba a su hija. Jesús le contestó: — Deja primero que los hijos se sacien, pues no está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perros.
Ella le respondió: — Es cierto, Señor; pero también es cierto que los cachorrillos que están debajo de la mesa comen las migajas que se les caen a los hijos.
Jesús, entonces, le dijo: — Por eso que has dicho puedes irte, pues el demonio ya ha salido de tu hija.
La mujer regresó a su casa y encontró a su hija acostada en la cama y libre del demonio.
PENSAR: Así como en el caso de la hija de Jairo y la mujer que tocó el manto de Jesús, de nuevo tenemos en el relato la combinación de dos mujeres que ejemplifican dos situaciones complementarias en relación con el Señor Jesús. Una de ellas buscó a Jesús, se arrodilló ante él, rogó, insistió, argumentó, hizo todo lo que pudo como agente de su relación con el Señor. La otra estaba en su casa, acostada, sin poder hacer nada ante la opresión del enemigo.
En este breve relato se repite básicamente el patrón que ya conocíamos en cuanto al trato de Jesús con las mujeres. Sin embargo, aquí hay un elemento nuevo. Se trata de mujeres extranjeras. Ahora no sólo es una cuestión de género, sino también de identidad étnica. El Evangelio nos presenta un caso de indefinición étnica muy interesante. Para esta mujer sería muy difícil llenar los espacios de información personal en alguna forma de datos generales que incluyera la categoría “grupo étnico” o “nacionalidad”. La madre es mestiza como todo el mundo. ¿Es siria? ¿Es fenicia? ¿Es griega? ¡Es humana! (Tres raíces, como la población latinoamericana: europea, indígena y africana.) Y si la madre tiene este mestizaje, ¿cómo definiríamos la identidad étnica de la hija?
Debemos admitir que este es uno de los dichos más difíciles del Señor Jesús. ¿Por qué contestó así a aquella mujer desesperada? ¿Acaso el Señor no ama a todo el mundo, sin acepción de personas? Sabemos que no es la primera vez que el Señor se encuentra en territorio extranjero. Ya antes había realizado ministerio entre los gadarenos y sus cerdos. Por eso pensamos que tal vez quería generar precisamente este diálogo, para la instrucción de sus discípulos.
Sin importar la nacionalidad, las madres y las hijas sufren los ataques del enemigo. Los poderes de la muerte están en operación sin hacer distinción alguna. El virus ataca por igual, sin reparar en pasaportes ni en condición socioeconómica. Independientemente de la nacionalidad, madres e hijas desarrollan su afecto y atienden mutuamente sus necesidades haciendo toda clase de sacrificios. Y también, igual que todo ser humano, se lastiman y sangran. La bendición de Dios, que vino al mundo por medio de Cristo Jesús, está al alcance de todo ser humano.

ORAR: Señor, ante los embates de la muerte, no nos dejes caer. Líbranos del mal con tu amor, que escucha por igual a toda persona que invoca tu nombre. Amén.

IR: La mayordomía de la influencia se canta en el himno: “Debo ser fiel por los que en mí confían”.