Marcos 10:46-52 (La Palabra)
En esto llegaron a Jericó. Y más tarde, cuando Jesús salía de allí acompañado de sus discípulos y de otra mucha gente, un ciego llamado Bartimeo (es decir, hijo de Timeo) estaba sentado junto al camino pidiendo limosna. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret quien pasaba, empezó a gritar: — ¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí! Muchos le decían que se callara, pero él gritaba cada vez más: — ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Entonces Jesús se detuvo y dijo: — Llámenlo. Llamaron al ciego, diciéndole: — Ten confianza, levántate, él te llama. El ciego, arrojando su capa, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le preguntó: — ¿Qué quieres que haga por ti? Contestó el ciego: — Maestro, que vuelva a ver. Jesús le dijo: — Puedes irte. Tu fe te ha salvado. Al punto recobró la vista y siguió a Jesús por el camino.
PENSAR: Cuando David conquistó Jerusalén, los pobladores originales se burlaban de su intento de conquista diciendo que un ejército de ciegos y cojos podría repeler la agresión y vencer a David. Por esa razón, cuando tomó la ciudad, David realizó un exterminio de personas con discapacidad visual y motriz, y declaró que ciegos y cojos eran “aborrecidos del alma de David” (2 Sa 5:6-8).
¡Qué diferente es este descendiente de David! Es heredero legítimo al trono de David, su padre, pero en su camino hacia Jerusalén demuestra que su misión es muy distinta a la del rey David. El verdadero Rey de reyes y Señor de señores vino a restaurar la dignidad perdida de seres humanos que han sido marginados, precisamente por ser ciegos, cojos, leprosos, etcétera. Es decir, vino a rescatar aquello que se había perdido.
En este episodio de la subida de Jesús a Jerusalén se cumple lo profetizado en Isaías 35:4-6: “digan a los de corazón temeroso: «Sean fuertes, no tengan miedo. Su Dios vendrá, … vendrá a salvarlos». Se abrirán entonces los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; saltará el cojo como un ciervo, y gritará de alegría la lengua del mudo”. Bartimeo recibe esta palabra de aliento: “Ten confianza, tu Dios ha venido a salvarte”.
Aquel hombre que pedía limosna en las afueras de Jericó, que por su condición de discapacidad habría quedado excluido por el rey David, ahora recibía la llamada de Cristo, y la maravillosa pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?” Esa pregunta la habrían contestado los doce apóstoles diciendo: “¡Queremos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria!” Ellos tenían esos sueños de grandeza. En cambio, Bartimeo no aspira a nada más sublime ni más alto. Sólo quiere volver a ver.
A estos pobres en espíritu les es dado el reino. A ellos les ha sido reservado el lugar de honor a los lados del Señor en su gloria. David los habría exterminado, pero Jesús ahora los ha dignificado plenamente, cuando le siguen por su camino.
ORAR: Espíritu Santo, que seamos cada día más como el Señor Jesús, que dignifica con su trato a toda persona. Enséñanos a ver hoy a quien necesita escuchar esta palabra de aliento. Amén.
IR: Cuando Cristo manda como rey y es coronado de esplendor, nuestra vida experimenta gozo profundo e inefable.