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Marcos 1:16-18 (Nueva Versión Internacional)
Pasando por la orilla del mar de Galilea, Jesús vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban la red al lago, pues eran pescadores. «Vengan, síganme —les dijo Jesús—, y los haré pescadores de hombres». Al momento dejaron las redes y lo siguieron.
PENSAR: Cuando el Señor Jesús comenzó su ministerio, compartió su carga de trabajo con sus discípulos y discípulas. Los relatos de los Evangelios nos dicen que el Señor no trabajó solo. No proclamó el reino solo, ni realizó milagros solo. Compartió su poder; compartió su misión con un equipo. Además, cuando llamó a sus seguidores, no lo hizo para que cada uno siguiera a Jesús en su aislamiento y soledad, sino para que formaran una comunidad alrededor de su palabra y fortalecidos por su Espíritu.
Cuando se trata del ministerio, en muchos casos, tenemos que aprender a trabajar en equipo. La persona que es líder supone que tiene que hacerlo todo, y se siente abrumada por el tamaño de la tarea. Pero el Señor no llamó sólo a un discípulo. Nadie puede realizar solo todas las tareas del ministerio. Somos un cuerpo, con muchos miembros diferentes, y cada uno tiene su propia función. Hay que aprender a delegar tareas. Probablemente esto se hace difícil porque se piensa que delegar tareas también implica la distribución del poder. Sin embargo, el Señor Jesús también compartió su poder. En el ministerio cristiano no debiera existir el monopolio del poder. Si el Señor compartió su poder con sus misioneros, debemos aprender que, en las tareas del reino, nadie ha de concentrar todo el poder.
Además de la mutua cooperación y ayuda en el ministerio, los equipos cumplen otra función importantísima: la rendición de cuentas. Si la obra de Dios se hiciera sólo por un individuo, el carácter de la obra estaría en riesgo de adquirir el carácter del individuo, con todas sus virtudes y defectos; esa persona pudiera imprimirle a su ministerio un sello muy personal; pudiera proyectar ahí sus dones y talentos, sin embargo, la obra también podría estar sujeta al peligro de ser afectada por los defectos del líder.
El líder pudiera hacer y deshacer, cometer errores e imprudencias, sin que nadie le llame a cuentas en esta vida. Para esto también están los otros discípulos y discípulas. No sólo es comunidad de trabajo y cooperación, comunidad de distribución del poder, sino que también es comunidad de rendición de cuentas. Nos corregimos y exhortamos unos a otros, nos damos ánimo y aliento cuando estamos desanimados, nos reafirmamos en la fe cuando tenemos dudas, nos cuidamos cuando estamos enfermos y débiles, y nos gozamos al caminar juntos.
El Señor Jesús conocía el valor profundo de un equipo. Jesús llamó a una comunidad de discípulos y discípulas para compartir con él en su trabajo de proclamación y acción, porque esta misión no debe ser un trabajo solitario. De modo que nuestros llamados están todos entrelazados, para apoyamos mutuamente en la tarea de compartir el amor de Dios con el mundo de Dios.
ORAR: Señor Jesús, gracias porque nos has formado como comunidad. Ayúdanos a recordar que nunca estamos solos, a pesar del confinamiento, porque tú estás con nosotros, y por la oración, los otros discípulos y discípulas también. Gracias por esta comunidad de misión. Amén.
IR: Conozcamos más profundamente nuestro llamado. Es un regalo de Dios para servir a su pueblo y a su mundo. Dios nos conoce y nos llama.