1 Samuel 3:1-5 (Nueva Versión Internacional)
Samuel, que todavía era joven, servía al Señor bajo el cuidado de Elí. En esos tiempos no era común oír palabra del Señor, ni eran frecuentes las visiones.
Elí ya se estaba quedando ciego. Un día, mientras él descansaba en su habitación, Samuel dormía en el santuario del Señor, donde se encontraba el arca de Dios. La lámpara de Dios todavía estaba encendida. El Señor llamó a Samuel, y este respondió: —Aquí estoy.
Y en seguida fue corriendo adonde estaba Elí, y le dijo: —Aquí estoy; ¿para qué me llamó usted? —Yo no te he llamado —respondió Elí—. Vuelve a acostarte. Y Samuel volvió a su cama.
PENSAR: Tal y como somos, el Señor nos invita a servirle. Por su palabra, nos llama a ser siervos y siervas de su buena voluntad. Con su sello marca nuestro corazón como su propiedad, y vive en nosotros por la fe.
El pasaje de hoy es el comienzo de la historia del profeta Samuel. Nos dice que Samuel estaba al servicio del Señor, desde pequeño. Realizaba cualquier tarea que fuera necesario hacer para ayudar en la obra de Dios. En el servicio cristiano, así es como todos comenzamos. Nuestras primeras tareas no fueron desde el principio formar parte del liderazgo, tomar decisiones, estar al frente de los grupos, iglesias y organizaciones. Más bien comenzamos ayudando en lo que fuera necesario. Y a lo largo de la carrera del ministerio cristiano, esa disposición a ayudar debe seguir siempre presente. ¿Qué se necesita hacer? Los líderes están dispuestos a hacerlo, aun si se trata de las tareas más humildes y sencillas.
También, así como en la historia de Samuel, hay una voz que llama por nombre. Hay una convicción personal de parte de Dios. Dios nos conoce bien, porque nos formó y puso en nosotros habilidades especiales. Dios nos conoce por nombre, y conoce esos talentos y habilidades especiales.
En la conjunción entre nuestras habilidades y las necesidades que percibimos, todo dentro del contexto de una relación estrecha con el Señor, ahí está nuestro llamado. Así sabemos reconocer nuestra vocación. Comienza con una buena relación de amistad con Dios, porque Dios nos llama por nombre, y podemos reconocer ese llamado. Las habilidades que Dios puso en nosotros se conjugan con las necesidades que podemos ver en algún lugar del mundo de Dios.
El Dios que nos dio la vida y nos formó, es quien nos conoce mejor que nadie. Es el Dios que nos llama.
ORAR: Señor, gracias por llamarnos. Queremos amar a tu pueblo y a tu mundo ayudando en cualquier tarea de servicio para atender necesidades. Ayúdanos a preservar siempre esta disposición a servir. Ayúdanos a encontrar la conjunción entre nuestras habilidades y las necesidades que percibimos en tu mundo. Ayúdanos a escuchar, a oír, a conocer esos lugares de necesidad, y concédenos el valor para hacer tu voluntad allí. Amén.
IR: Conozcamos más profundamente nuestro llamado. Es un regalo de Dios para servir a su pueblo y a su mundo. Dios nos conoce y nos llama.