Marcos 13:14-23 (La Palabra)
Cuando vean que el ídolo abominable de la destrucción está en el lugar donde no debe estar (medite en esto el que lo lea), entonces los que estén en Judea huyan a las montañas; el que esté en la azotea no baje ni entre en casa a recoger ninguna de sus cosas; el que esté en el campo no regrese ni siquiera para recoger su manto. ¡Ay de las mujeres embarazadas y de las que en esos días estén criando! Oren para que todo esto no suceda en invierno, porque aquellos días serán de un sufrimiento tal como no lo ha habido desde que el mundo existe, cuando Dios lo creó, hasta ahora, ni volverá a haberlo jamás. Si el Señor no acortara ese tiempo, nadie podría salvarse. Pero él lo abreviará por causa de los que ha elegido. Si alguien les dice entonces: “Mira, aquí está el Mesías” o “Mira, está allí”, no se lo crean. Porque aparecerán falsos mesías y falsos profetas que harán señales milagrosas y prodigios con objeto de engañar, si fuera posible, incluso a los que Dios ha elegido. ¡Tengan cuidado! Se lo advierto todo de antemano.
PENSAR: El Señor sabía que la caída de Jerusalén sería una catástrofe terrible para su pueblo. Por supuesto que él podía conocer el futuro, pero también podía discernir su presente. Podía ver cómo iba creciendo la tensión entre algunos sectores de la población judía y las fuerzas de ocupación romana.
Su mensaje se centraba en el gran mandamiento de amar a Dios con todo el ser, y al prójimo como a uno mismo. Esto incluía también a los extranjeros, y especialmente, a los enemigos. Si los principales sacerdotes y los ancianos hubieran aceptado su mensaje, tal vez se habría evitado la catástrofe. Pero a los suyos vino, y los suyos no lo recibieron.
Por eso vendría un tiempo como la pesadilla del imperio helénico, con su ídolo abominable. Los griegos habían introducido una estatua de Zeus en el lugar santísimo y le sacrificaron cerdos en el altar. El Señor Jesús identificó así la futura represión romana sobre Jerusalén, como una “gran tribulación” que haría huir a toda la población a las montañas.
Ahora bien, hoy en día se mantienen algunos principios en medio de las grandes tribulaciones que estamos padeciendo. Uno de ellos es la gracia de Dios que “abrevia” el tiempo del dolor. Dios logra ese efecto cuando su pueblo sufre, por medio de su presencia fortalecedora. Otro es el riesgo permanente de falsos profetas que hacen milagros para engañar. No son milagros de compasión ni de transformación de vida, sino que son simplemente “demostraciones de poder” que no ayudan a nadie, como crear campos de fuerza que nadie puede traspasar… Los milagros auténticos siempre son evidencia de la compasión de Dios y llamados a la transformación de la vida. Por eso, debemos estar siempre en alerta para reconocer enseñanzas equivocadas.
ORAR: Señor, acompaña a tu pueblo en el dolor, para sentir que el tiempo se acorta hoy. Amén.
IR: ¡Qué bueno y qué agradable es formar parte del pueblo de Dios!