Jonás 3:4-5, 10 (La Palabra) Comenzó, pues, Jonás a recorrer la ciudad y estuvo un día entero proclamando: — ¡Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida! Los habitantes de Nínive creyeron a Dios, anunciaron un tiempo de ayuno, y desde el mayor hasta el más pequeño de ellos se vistió de sayal. … …Al ver Dios la actuación de los ninivitas y cómo se habían arrepentido de su mala conducta, se retractó del castigo que les había anunciado y no lo llevó a cabo. PENSAR: ¡Qué clase de proclamación! No hay anuncio de la voluntad de bendición que Dios tiene para todas las familias de la tierra, incluida la odiada familia ninivita. No hay relatos que indiquen el carácter compasivo y misericordioso de Dios. No hay invitación al arrepentimiento. Sólo hay juicio y destrucción. Es un mensaje de malas noticias. Debiéramos poner atención a nuestro mensaje. Que no seamos sólo proclamadores de juicio y destrucción. La gran comisión que tenemos es la de ser testigos de Cristo, quien vino “a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Lo más asombroso de todo es que a pesar de la mala calidad homilética del profeta Jonás, la recepción de su mensaje fue asombrosa. Los ninivitas creyeron a Dios. Se arrepintieron sinceramente y Dios les perdonó. Esto significa que lo más importante en el ministerio no son nuestras habilidades o recursos, sino el poder de la palabra y el Espíritu. La palabra es la gran acción creadora y redentora de Dios, y el Espíritu convence al corazón humano de la necesidad de Dios. De manera que nuestra participación en el proceso de evangelizar al mundo consiste primordialmente de nuestra disposición a ser instrumentos, canales de la bendición de Dios. No evangeliza mejor el que predica mejor. Ni es mejor misionero el que ha tomado más cursos de capacitación. Más bien, el mejor misionero es el que obedece al llamado (aunque no lo haga a la primera oportunidad). La capacitación es muy útil, y hay que procurar mejorar en todos los sentidos nuestro desempeño en el ministerio, pero debemos saber que, a fin de cuentas, el resultado de nuestros esfuerzos no depende de nosotros, de nuestros cálculos y estrategias, ni de nuestros cursos y estudios. La historia de Jonás nos muestra que Dios nos llama no sólo para predicar al mundo entero, sino particularmente para enseñarnos más sobre su inmensa gracia. Dios insistió con Jonás porque quería mostrarle a este hombre nacionalista y xenófobo, que Dios ama al extranjero y le quiere salvar y bendecir. Miremos a nuestra circunstancia. Todo el quebrantamiento que hay en el mundo es la oportunidad de obedecer al llamado de Dios. Hay que prestar atención. Para consolar los dolores del mundo, Dios nos llama y nos invita. Todo comenzará a transformarse, si sólo obedecemos. ORAR: Dios de amor, gracias porque insistes para mostrarnos tu maravillosa gracia que transforma nuestro contexto de tragedia y dolor. Ayúdanos a descubrir lo que podemos hacer cada día para servirte, a romper nuestros prejuicios para servir como canales de tu gracia y bendición. Amén. IR: Conozcamos más profundamente nuestro llamado. Es un regalo de Dios para servir a su pueblo y a su mundo. Dios nos conoce y nos llama.