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Nehemías 8:10 (La Palabra)
Les dijo además: — Vayan a comer manjares escogidos, beban vinos generosos e inviten al que no disponga de nada para sí. Hoy es un día consagrado a nuestro Señor; no se entristezcan porque la alegría del Señor es la fuerza de ustedes.
PENSAR: ¿Cómo vamos a salir adelante para vencer la crisis de esta terrible pandemia? Se requieren grandes cantidades de energía para el trabajo de reconstrucción. Hay que reconstruir la vida que está en pedazos, hay que reconstruir la sociedad y sus relaciones económicas, su pulso vital. Hay que reconstruir las amistades que se han visto afectadas por el aislamiento, hay que reconstruir las perspectivas de vida de jóvenes y señoritas que han de encontrar en el evangelio el sentido de su vida. Hay que reconstruir la iglesia, que ha recibido golpes fuertes en su vida comunitaria y su convivencia como congregación. ¿Cómo levantarnos, cómo reanimarnos?
La única fuente de energía capaz de proveer todo el combustible que se requiere para la reconstrucción es la alegría del Señor. Es lo único que nos puede hacer mirar un mejor futuro, ahora que todo está nublado en el horizonte. De manera que la alegría se convierte en un asunto muy serio. Hay quienes piensan que la alegría es un detalle decorativo en la vida, que no es esencial. Pero no se trata de un tema accesorio, o secundario, sino que es un tema central. Sin la alegría del Señor no puede haber reconstrucción.
¿Qué es la alegría del Señor? Fundamentalmente se refiere a las ganas de vivir, como producto de la presencia de Dios en nuestra vida. Son las ganas de salir de la cama, las ganas de trabajar, de hacer algo con nuestra vida, de movernos, de pensar que se puede vivir de una mejor manera… todo eso es alegría. Pero cuando se trata de “la alegría del Señor” estamos refiriéndonos a que toda esa fuerza proviene de conocer, servir y amar al Dios que es bueno y misericordioso, al Dios que puede transformar en milagros los peores desastres.
La alegría del Señor es nuestra fuerza porque nos llena de alegría saber que el enorme poder de Dios está a disposición de su inmenso amor. Nos provoca una enorme alegría esa acción de Dios, de poner su poder al servicio de su misericordia, su fuerza al servicio de su amor. Por eso nos da alegría el Señor. Cuando vemos que, con su poder levanta al caído, transforma a quien se acerca al Señor para ser tocado, para tener la evidencia de su salvación. Eso es una gran fuente de alegría.
¿Y por qué tenemos alegría en el Señor? Porque Dios es bueno y para siempre es su misericordia. Porque se especializa en entrometerse en nuestros asuntos para bendecirnos. Porque protege a la viuda, es padre y madre de huérfanos, es quien cuida los pasos de los inmigrantes en cualquier parte del mundo; por eso nos inunda la alegría del Señor y nos llena de esperanza.
ORAR: Dios, abre nuestros ojos para ver por qué podemos alegrarnos en ti. Que hoy podamos vivir la alegría de la esperanza fundada en tu inmenso amor por el mundo. Amén.

IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.