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Marcos 5:21-28 (La Palabra)
Al regresar Jesús a la otra orilla, se reunió en torno a él mucha gente junto al lago. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, que, al ver a Jesús, se postró a sus pies, suplicándole insistentemente: — Mi hija se está muriendo; pero si tú vienes y pones tus manos sobre ella, se salvará y vivirá.
Jesús fue con él. Iba también una gran multitud, que seguía a Jesús y casi lo aplastaba. Entre la gente se encontraba una mujer que desde hacía doce años padecía hemorragias. Había sufrido mucho a manos de muchos médicos y había gastado en ellos toda su fortuna, sin conseguir nada, sino ir de mal en peor. Aquella mujer había oído hablar de Jesús y, confundiéndose entre la gente, llegó hasta él y por detrás le tocó el manto, diciéndose a sí misma: “Sólo con que toque su manto, me curaré”.
PENSAR: En la comunidad de la fe participamos hombres y mujeres, discípulos y discípulas alrededor del maestro Jesús. Lo que nos enseña el Señor Jesús sobre el trato a las mujeres es importantísimo y de mucha relevancia hoy. Del otro lado del lago le pidieron que se retirara. En cambio, de este lado lo recibe una multitud llena de necesidades.
En este texto del capítulo 5 de Marcos hay mujeres. Es una narración que se refiere a dos mujeres. Una de ellas tenía doce años. La otra desde hacía doce años había estado enferma. Tanto hoy como hace dos mil años, la condición femenina es una marca que implica desventajas percibidas. Algunos filósofos antiguos incluso decían que las mujeres no eran plenamente humanas. ¡Qué barbaridad! Se supone que los antiguos pensadores griegos eran sabios, pero eran en realidad bárbaros. En cambio, en la tradición hebrea se considera que la imagen de Dios está tanto en el hombre como en la mujer. Ella no tiene un menor grado de imagen de Dios, sino al igual que el hombre. Varón y varona fueron creados por igual, a imagen de Dios. Esto le da dignidad, valor, presencia, vocación, participación en el ministerio, en la iglesia, en la transformación del mundo, en el liderazgo, etcétera. Encontramos mujeres, desde los primeros años de la iglesia cristiana, en el liderazgo. Febe es diácono de la iglesia, y Junias, apóstol y de las principales entre los apóstoles; son dos botones de muestra. Por las instrucciones de 1ª Corintios, inferimos que las mujeres podían orar en público y predicar la palabra (profetizar).
La condición femenina es una situación real. El mundo, la sociedad, la cultura, lejos de la voluntad de Dios, considera a la mujer en desventaja. Aquí encontramos a una mujer con una enfermedad absolutamente femenina, y a una niña de doce años, precisamente el momento de la vida en que la niña pasa por los cambios biológicos propios de la mujer. La hija del principal de la sinagoga enfermó de muerte. ¿Tendría sentido pasar de la niñez a la edad adulta como mujer? La mujer del flujo de sangre lleva permanentemente su propia marginación. A ambas, el Señor Jesús les dio una nueva esperanza.
ORAR: Señor, bendito seas por la esperanza que el evangelio trae a hombres y mujeres. Amén.
IR: El señorío de Cristo no es opresión, sino libertad verdadera.