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Marcos 4:21-25 (La Palabra)
También les dijo: — ¿Acaso se enciende una lámpara para taparla con una vasija o meterla debajo de la cama? ¿No se la enciende, más bien, para ponerla en el candelero? Pues nada hay escondido que no haya de ser descubierto, ni hay nada hecho en secreto que no haya de salir a la luz. Si alguien puede entender esto, que lo entienda.
También les dijo: — Presten atención a lo que oigan: Dios los medirá con la misma medida con que ustedes midan a los demás, y lo hará con creces. Porque al que tiene, se le dará más todavía; pero al que no tiene, hasta lo que tenga se le quitará.
PENSAR: En el Evangelio según san Marcos, la predicación del Señor Jesús comienza con la necesidad de abordar la realidad de Dios con los sentidos del corazón, aplicando la voluntad de creer, con el compromiso de resistir las pruebas y las tribulaciones sin abandonar la meta de dar fruto al treinta, al sesenta, y al ciento por uno.
Sigue a continuación una advertencia a la necesidad de vivir de manera transparente y coherente. La vida transparente es la que no tiene nada que esconder, como lo canta el trío Mar del Plata: “No tengo nada, nada que esconder; mi vida transparente es”. Es la vida vivida en la luz y no en la oscuridad. Es la vida de día, y no de noche, en el sentido moral. El Señor Jesús advierte que delante de Dios sería ridículo tratar de escondernos, así como sería ilógico encender una vela para taparla con una vasija.
Lo importante es la coherencia de vida, de una vida vivida en la luz. Es ilógico pensar que alguien puede dar fruto que agrade a Dios si vive con asuntos escondidos debajo de la mesa, como adulterios e infidelidades, mentiras e hipocresías que engañan a todos, menos a Dios.
La mirada de Dios alcanza a medirnos de manera total. Si nos ocupamos de juzgar la vida de los demás con actitudes de superioridad, Dios se encargará de medirnos también a nosotros, y la medida de Dios es mucho más exacta que la nuestra, precisamente porque Dios puede medir lo que no se percibe por medio de los sentidos. La medida de Dios es más profunda. Dios mide nuestro corazón, discierne nuestras intenciones, pesa en su balanza eterna nuestra voluntad. Son medidas más importantes porque tienen que ver con lo que nos mueve y nos impulsa a actuar.
Es en este plano profundo del corazón donde se aplica la lógica sumatoria de Dios. A la hora de ser pesados con la medida de Dios, a quien tiene Dios añadirá más. Se le dará más amor a quien tiene amor; más compasión y comprensión a quien muestra compasión y comprensión. Más bendición y profundidad espiritual, alegría y plenitud, satisfacción y contentamiento, gratitud y gozo. Dios añadirá más y más del fruto de su Espíritu, que es amor, gozo y paz, a quien viva en la luz de ese amor. Pero quien vaya por la vida tratando de engañar, en incongruencia de palabra y de conducta, no pasará la medida de Dios, y no producirá fruto alguno.
ORAR: Señor, danos tu gracia para vivir en la luz de tu amor y tu verdad. Amén.
IR: Nuestra mayor alegría es recibir la invitación para ir a la casa de Dios.