Marcos 6:45-52 (La Palabra)
A continuación Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca para que llegaran antes que él a la otra orilla del lago, frente a Betsaida, mientras él despedía a la gente. Cuando los hubo despedido, se fue al monte para orar. Al llegar la noche, la barca ya estaba en medio del lago, mientras Jesús se hallaba solo en tierra firme. Ya en las últimas horas de la noche, viendo que estaban casi agotados de remar, porque el viento les era contrario, Jesús se dirigió hacia ellos andando sobre el lago y haciendo ademán de pasar de largo. Cuando ellos lo vieron caminar sobre el lago, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar. Todos lo vieron y se asustaron; pero Jesús les habló en seguida, diciéndoles: — Tranquilícense, soy yo. No tengan miedo. Luego subió a la barca con ellos, y el viento cesó. Ellos no salían de su asombro, pues no habían comprendido lo sucedido con los panes y aún tenían la mente embotada.
PENSAR: El buen pastor de Israel invierte buena parte de su tiempo en despedir a la gente. Podemos imaginarnos esa interacción entre el Señor Jesús y la gente que participó de la multiplicación de panes y peces. Hay gratitud, hay asombro, hay cordialidad, hay risas, hay oración, hay consejos, hay halagos y palabras de afirmación. Tal vez Jesús bendijo a una pareja de recién casados, o a quienes no tenían planes de casarse, conversó con las familias y los individuos, jugó con los niños, abrazó con respeto a los adultos mayores, en fin, realizó la tarea de un pastor al despedir a su congregación.
El texto dice que, después de hablar con tanta gente, fue a hablar con su Padre celestial. Precisamente, en eso consiste buena parte de la tarea pastoral: Es hablar con la gente y hablar con Dios. Hablar con la gente –mencionando mucho a Dios en la conversación—y hablar con Dios –mencionando mucho a la gente en la oración. La oración de Jesús duró casi toda la noche.
Cerca de la madrugada, el Señor vio a sus discípulos batallando contra un fuerte viento en contra, y los alcanza caminando sobre el agua, con ademán de sobrepasarlos para ganarles la carrera. Ya hemos notado que, en aquel contexto, creían que las aguas turbulentas, los vientos y las olas, eran indicadores de las fuerzas desatadas del mal y del caos. En eso consiste la importancia de este relato. El Señor Jesús es mucho más poderoso que las fuerzas del mal. Él puede avanzar caminando sobre las aguas turbulentas, pisando firme, con toda autoridad y confianza.
La reacción de los discípulos es de gran espanto, porque su mente estaba embotada. La mente embotada no puede entender quién es el Señor Jesús. Es evidente que Jesús no es simplemente un rabino o un profeta. Caminar sobre la superficie del lago embravecido es una señal de su autoridad divina sobre todo principado y potestad. El asombro de los discípulos no se debe sólo al acto sobrenatural por sí mismo, como si fuera una maravillosa hazaña. Pero es el contexto de significado, la alimentación de la multitud, el pastoreo cuidadoso de todo el pueblo, y su despliegue de autoridad espiritual sobre las fuerzas del caos, lo que hace que los discípulos queden asombrados ante la presencia divina de su maestro Jesús.
ORAR: Señor, confiamos en tu poder, que es mayor que las fuerzas del desorden y el caos. Amén.
IR: En el conflicto entre el victimario y la víctima, Dios libera a la víctima y transforma al victimario.