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Jonás 3:1-3 (Nueva Versión Internacional)
La palabra del Señor vino por segunda vez a Jonás: «Anda, ve a la gran ciudad de Nínive y proclámale el mensaje que te voy a dar».
Jonás se fue hacia Nínive, conforme al mandato del Señor. Ahora bien, Nínive era una ciudad grande y de mucha importancia.
PENSAR: ¿Cómo podemos oír lo que Jonás oyó? El himno de Rubén Giménez dice: “Señor, tú me llamas por mi nombre, desde lejos, por mi nombre, cada día tú me llamas”. Dios nos está llamando constantemente. ¿Podemos oírlo? Lo más probable es que no se trata de una voz audible, sino de otro tipo de medio de comunicación. Lo podemos oír en la carta de un amigo que nos invita a seguir adelante con fe en medio de esta pandemia. Lo podemos oír en los detalles de nuestra circunstancia, en los ritmos de la vida, en el amor de quienes nos rodean, y en las oportunidades de compartir la gracia que nos sostiene. Hay que saber escuchar, porque la voz de Dios nos llama a amar y servir.
La historia de Jonás es el mejor ejemplo que tenemos de las insistencias de Dios. Después de haber fallado terriblemente en un primer intento como profeta, Jonás recibe una segunda vocación. La gracia de Dios es tan grande, que nuestra historia no se termina con un fracaso. En el caso de Jonás, su historia bien pudo haber terminado con el episodio de la tormenta, contado como un fracaso del siervo de Dios que se niega a obedecer a la palabra. Pero Dios abre otro capítulo, y vuelve a llamarnos. Todos conocemos bien este relato. Es de los más famosos en la Biblia, especialmente por la resistencia de Jonás ante la palabra de Dios.
Muchos nos identificamos con Jonás. No nos gusta mucho que nos digan qué hacer. Si en casa hay más de un hermano o hermana, y se nos ha pedido hacer algo, esperamos que lo haga alguien más. En el caso de Jonás no se trataba de una tarea sencilla. Tal vez podemos servir en el ministerio en un contexto cómodo, conocido, seguro, en casa. Pero Jonás fue enviado a un pueblo enemigo y hostil. Por eso el primer fracaso de Jonás no se explica sólo como una falta de disposición a obedecer, sino que tenía problemas muy profundos de prejuicio y odio hacia esos extraños, distintos, impíos, infieles, inconversos, enemigos.
Así que Jonás intentó huir de Dios. Pero, aunque lo haya intentado mil veces, no pudo deshacerse de las insistencias de Dios. Dios amaba a Jonás y también amaba a Nínive. Esa es la gran lección. Dios sí ama a aquellas personas a quienes los siervos y siervas de Dios no podemos amar. Con toda paciencia, Dios llamó a Jonás por segunda vez. Dios insiste. Tal vez todavía tenemos nuestros prejuicios, pero Dios también todavía tiene su amor.
Somos hijos e hijas de Dios, profundamente amados, y Dios nos llama a compartir ese amor con aquellas personas a quienes consideramos que es imposible amar.
ORAR: Oh, Dios, cuando nos llamas y no te obedecemos, perdónanos una vez más. Gracias por tus insistencias de amor, porque no podemos escondernos de ti, y nos vuelves a llamar una segunda vez, tercera, cuarta, y más. Gracias por tu amor paciente que siempre está con nosotros. Amén.
IR: Conozcamos más profundamente nuestro llamado. Es un regalo de Dios para servir a su pueblo y a su mundo. Dios nos conoce y nos llama.