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Marcos 5:9-14 (La Palabra)
Jesús le preguntó: — ¿Cómo te llamas? Él contestó: — Me llamo “Legión”, porque somos muchos. Y suplicaba insistentemente a Jesús que no los echara fuera de aquella región. Al pie de la montaña estaba paciendo una gran piara de cerdos, y los espíritus rogaron a Jesús: — Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.
Jesús se lo permitió, y los espíritus impuros salieron del hombre y entraron en los cerdos. Al instante, la piara se lanzó pendiente abajo hasta el lago, donde los cerdos, que eran unos dos mil, se ahogaron.
Los porquerizos salieron huyendo y lo contaron en el pueblo y por los campos, de manera que la gente fue allá a ver lo sucedido.
PENSAR: Usando el nombre de Dios en vano, el espíritu inmundo primero había suplicado que Jesús no lo torturara. Seguramente usó las mismas palabras que aquel pobre hombre había gritado muchas veces en su soledad entre las tumbas: “¡Por Dios te ruego que no me atormentes!” Pero ahora la súplica del demonio es otra, y es muy insistente: Que el Señor Jesús no los sacara de esa región.
Es otra indicación del fondo del problema. No se trata sólo de un individuo que está poseído, sino que esos espíritus inmundos se sienten en casa en toda aquella región. Irán a dar al agua del lago, que cuando está embravecido manifiesta también esa influencia maligna, y unas líneas más delante, todo el pueblo se pondrá en evidencia.
El Señor Jesús le preguntó su nombre, y la respuesta que recibió es muy interesante. Los diablos no tienen nombre propio. Así lo explica C.S. Lewis en sus “Cartas de un diablo a su sobrino”. Los demonios no tienen identidad singular y única. Sólo son clones de Satanás su patrón. No se asocian por sentimientos de solidaridad o lealtad mutua, como si tuvieran esa virtud. Están juntos porque buscan cómo aprovecharse unos de otros, cómo morderse y comerse unos a otros, para asimilar al otro en un proceso digestivo diabólico, proceso por el cual la nula identidad que tenía el otro deja de existir absolutamente, y sólo se convierte en uno más de “legión”.
Así, el evangelista Marcos, al referirse a los demonios, pasa del singular al plural una y otra vez porque no se trata de un diablo de personalidad individual. ¡Qué gran diferencia en el caso de quienes servimos a Dios! Ángeles y humanos, todos tenemos nombre individual, identidad singular, personalidad única. Gabriel, Miguel, Rafael, son nombres de ángeles que sirven a Dios. Cada uno tiene su estilo propio. Así, a hombres y mujeres que servimos al Señor se nos ha dado un nombre, que representa nuestra identidad, y hemos desarrollado una manera de ser, un estilo y una personalidad única. El Dios que nos ha creado nos ha dado esta bendición.
Esto es lo que el Señor quiere restaurar en aquel pobre hombre. Quiere devolverle su identidad, que el enemigo le había robado. El Señor, por el infinito poder de su amor, puede restaurar a una persona para que sea única, irrepetible, especial como hijo o hija de Dios por la fe.
ORAR: Señor, gracias por la identidad que tenemos como tus hijos e hijas en Cristo Jesús. Amén.
IR: El señorío de Cristo no es opresión, sino libertad verdadera.