Nehemías 1:1-2 (La Palabra)
Palabras de Nehemías, hijo de Jacalías. Corría el mes de Quisleu del año veinte y me encontraba yo en la ciudadela de Susa. Llegó entonces Jananí, uno de mis hermanos, con algunos hombres de Judá y les pregunté por los judíos que habían sobrevivido a la cautividad y también por Jerusalén.
PENSAR: En este tiempo es importante tornar nuestra atención hacia un libro como Nehemías, porque el tema del libro es la reconstrucción de algo que había sido destruido. Es la reconstrucción después de la experiencia terrible de conquista que Jerusalén sufrió a manos de Babilonia en el 587 a.C. En el transcurrir de la historia, el imperio babilonio fue conquistado por otro más fuerte, el imperio persa, que tenía una política distinta a los babilonios. Los persas tenían una política más tolerante, y permitieron a los judíos regresar a su tierra. Es el contexto del libro de Nehemías.
En estos días también estamos experimentando la necesidad de una reconstrucción. Hay que reconstruir muchas cosas. La pandemia nos ha golpeado. Hemos perdido seres queridos, amistades y familiares. También hemos perdido económicamente. Todo el mundo se ha empobrecido por la falta de circulación del dinero. Ha sido también un golpe a nuestra estabilidad emocional. En muchos sentidos la experiencia de miedo, tensión, confinamiento y angustia ha mermado nuestra fuerza.
Es necesario preguntarnos si hay esperanza, si hay futuro, si hay consuelo. Por eso traemos a la escena a Nehemías. Su nombre significa “El Señor consuela”. El nombre de un bebé nos dice mucho sobre los padres. Aquí aparece el nombre de su padre, Jacalías. No tenemos más referencias de este hombre, pero ¡qué buen trabajo hizo con su hijo Nehemías! Le puso un nombre cargado de sentido para la situación de toda la nación, y lo preparó para ser el líder de la reconstrucción. ¿De qué nos consuela el Señor? Para los fieles de aquel tiempo, el Señor consuela precisamente del gran dolor de haber vivido la destrucción de Jerusalén. Y para nosotros hoy en día, nos consuela de los múltiples duelos de la pandemia.
Observamos que este episodio ocurrió muy lejos en tiempo y en lugar. Era el año 20 de la administración del rey persa Artajerjes. Habían pasado muchos años desde la destrucción de Jerusalén. Algunos dicen que hay más de 140 años de distancia. Además, la ciudadela de Susa estaba muy lejos de Jerusalén, a 1200 km al este, en lo que hoy es Irán. Pero esta lejanía en tiempo y en lugar no disminuyen el dolor por la situación de desolación en la que se encuentra el pueblo de Dios. La lejanía no borra la identidad. Aquel cuyo nombre proclama que el Señor consuela, Nehemías, no importa qué tan lejos se encuentre en el tiempo y en la distancia, no pierde su identidad como parte de un pueblo que Dios quiere usar para bendecir al mundo.
ORAR: Señor, danos tu consolación en este tiempo de tantas pérdidas. Amén.
IR: Que Dios nos ponga en el corazón lo que haga falta para vivir según su buena voluntad.