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Isaías 60:4-6 (Nueva Versión Internacional)
Alza los ojos, mira a tu alrededor: todos se reúnen y acuden a ti.
Tus hijos llegan desde lejos; a tus hijas las traen en brazos.
Verás esto y te pondrás radiante de alegría; vibrará tu corazón y se henchirá de gozo;
porque te traerán los tesoros del mar, y te llegarán las riquezas de las naciones.
Te llenarás con caravanas de camellos, con dromedarios de Madián y de Efa.
Vendrán todos los de Sabá, cargando oro e incienso
y proclamando las alabanzas del Señor.
PENSAR: Hay que cuidarse del error de interpretar profecías del Antiguo Testamento como si Cristo no hubiera venido ya en la primera navidad, hace dos mil años. No hay que tratar de encontrar su cumplimiento en sucesos de nuestro tiempo, como si todavía quedaran pendientes de cumplirse algunas promesas de Dios.
Debemos tomar en serio el texto de 2 Corintios 1:20, que afirma que, en Cristo, todas las promesas de Dios son “sí” y “amén”. En Cristo ha llegado el cumplimiento de los tiempos. En Cristo se cumplieron las promesas de Dios que encontramos en el Antiguo Testamento. No tenemos permiso de interpretar algunas profecías del Antiguo Testamento pasando por alto que Cristo ya vino a cumplirlas todas. El retorno del remanente, la reconstrucción del templo, la reparación del tabernáculo caído de David, todo se ha cumplido en Cristo.
En el pasaje de hoy leemos la promesa de la llegada de muchos hijos e hijas, y de la abundante riqueza que todas las naciones traerían a Jerusalén. Justamente menciona el oro y el incienso como cargamentos preciosos para ser ofrendados al Señor. Todo esto se ha cumplido en la historia de Jesús. De muchas naciones, hemos venido a conocer al Dios verdadero gracias al evangelio de Cristo. Nuestra ciudad capital es Jerusalén, mas no la ciudad terrenal que lleva ese nombre, sino la Jerusalén construida por la mano de Dios, la ciudad eterna y celestial a la cual pertenecemos por la fe en Cristo. Además, los regalos que trajeron al Señor Jesús los sabios extranjeros fueron precisamente cargamentos de oro e incienso.
En Cristo ha llegado el cumplimiento. La gloria de Dios se ha manifestado, lleno de gracia y de verdad. El Señor mismo ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido. Dios se ha hecho presente entre nosotros. El cuerpo del Señor Jesús, Dios encarnado, es el verdadero templo donde el ser humano y Dios se encuentran, es la presencia divina entre los seres humanos; habitó entre nosotros. Dios vivió como ser humano en el mundo, el mundo que por Dios fue hecho.
Dios se hizo presente hace dos mil años, y el mundo quedó marcado para su redención. Dios sigue haciéndose presente por medio de la iglesia, por el ministerio del Espíritu Santo. En cada palabra, acción y actitud de amor motivadas por el Espíritu Santo se vuelve a manifestar la gloria de Dios en nuestro mundo hoy. Esto es la epifanía.
ORAR: Querido Dios, gracias porque en Cristo has cumplido todas tus promesas. Has venido a redimir toda la vida. Ayúdanos a vivir ahora como manifestación de tu gloria en el mundo por medio de cada acto, palabra y actitud de amor. Amén.
IR: Una esperanza sin fallos, un amor sin remilgos, un gozo sin excusas y una paz sin explicaciones.