Marcos 15:1-5 (La Palabra)
Al amanecer, habiéndose reunido a deliberar los jefes de los sacerdotes, junto con los ancianos, los maestros de la ley y el Consejo Supremo en pleno, llevaron atado a Jesús y se lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó: — ¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le contestó: — Tú lo dices.
Los jefes de los sacerdotes no dejaban de acusarlo; así que Pilato le preguntó otra vez: — ¿No respondes nada? ¡Mira cómo te están acusando!
Pero Jesús no contestó, de manera que Pilato se quedó extrañado.
PENSAR: Pensaban que lo más apropiado era atar las manos de Jesús. ¿Lo hicieron sólo por inercia, porque así se trata a cualquier otro acusado? Pero, es que no se trata de cualquier acusado. Esas manos habían desatado a mucha gente, para que fuera realmente libre. Las manos del Señor Jesús no pueden ser reducidas y sometidas con una simple soga. ¡Qué mentalidad tan simple y errónea! Aún con sus manos atadas, el Señor sigue actuando, y precisamente en el momento en que fue humillado de la manera más cruel, él logró realizar su gran obra de redención. Por su obediencia y sus manos atadas, él sigue desatando hoy en día las cadenas de nuestro corazón.
Con una soga trataron de reducir al Rey de reyes y Señor de señores. Aquellos hombres que se sentían tan poderosos ataron las manos del todopoderoso. El texto indica que aquel Consejo Supremo tenía más de un jefe. Menciona “los jefes”, porque en ese tiempo había dos sumos sacerdotes, el suegro Anás, y el yerno Caifás. Aunque ya había terminado oficialmente su período de autoridad, Anás seguía involucrado como si todavía fuera el sumo sacerdote, influyendo sobre Caifás, sofocando su liderazgo. Dos sumos sacerdotes que no tienen la estatura del verdadero Sumo Sacerdote Jesús, a quien condenaron a muerte.
La función sacerdotal es la de establecer un puente de contacto entre Dios y el pueblo. Aparte del Señor Jesús, no hay nadie más que realice esa función. Él es Sumo Sacerdote para siempre, no según la línea de Leví ni de Aarón, sino según el orden de Melquisedec –es un sacerdocio eterno, no sujeto a la ley de Moisés. Es un sacerdote convertido en sacrificio, con sus manos atadas, como un cordero dispuesto para ser sacrificado.
Aparece en el relato una autoridad romana. Es el gobernador Pilato, que se quedó extrañado ante la actitud del Señor Jesús. Le preguntó a un acusado maniatado, evidentemente sin mucha seriedad: “¿Eres el rey?” Y así, con las manos atadas, el Señor Jesús contestó: “Tú lo has dicho”. Efectivamente. Jesús es verdadero rey y es verdadero sacerdote, a diferencia de los pequeños reyes y sacerdotes humanos que lo están procesando.
Su reino es reino de paz, y sus armas no son mortíferas, sino vivificantes. Y en su sacerdocio él mismo es el sacrificio sagrado que logra la verdadera reconciliación entre Dios y todo su cosmos.
ORAR: Señor Jesús, gracias por tu gran ejemplo de amor. Llénanos de tu Espíritu. Amén.
IR: Dios está actuando para bendecir a su mundo, y nos invita a participar en esa misión.