Marcos 7:8-13 (La Palabra)
Ustedes se apartan de los mandatos de Dios por seguir las tradiciones humanas.
Y añadió: — Así que, por mantener sus propias tradiciones, se despreocupan completamente de lo que Dios ha mandado. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y también: El que maldiga a su padre o a su madre será condenado a muerte. En cambio, ustedes afirman que si alguno dice a su padre o a su madre: “Lo que tenía reservado para ayudarte, lo he convertido en corbán, es decir, en ofrenda para el Templo”, queda liberado de la obligación de prestarles ayuda. De este modo, con esas tradiciones de ustedes que se pasan de unos a otros, anulan lo que Dios había dispuesto. Además hacen otras muchas cosas parecidas a estas.
PENSAR: Como seres humanos hemos buscado la manera de producir la vida virtuosa, siguiendo los consejos de Aristóteles, por medio de la práctica disciplinada de ciertos hábitos. Decía ese pensador que una persona puede hacerse veraz, generosa y valiente si practica poco a poco las virtudes de decir la verdad, ser generosa y realizar actos de valentía, incorporándolas en su vida paso a paso, hasta que se convierten en hábitos.
Sabemos que toda disciplina puede rendir frutos. El problema es que algunos de los hábitos que se repiten, aún con el afán de alcanzar la vida virtuosa, pueden llevar en sí mismos el germen de algo dañino, cuando obedecen a errores de cosmovisión. Puede tratarse de hábitos nefastos, como el considerar que los hombres son superiores a las mujeres, y despreciar habitualmente a la mujer como si no supiera o no pudiera desarrollar todas sus capacidades humanas.
Los fariseos tenían hábitos que habían convertido en tradiciones, como el lavarse las manos, y consideraban un gran pecado si alguien come sin haberse lavado antes. Ellos querían limpiarse la impureza del mundo con lavados de agua. Así, su hábito de lavamientos ceremoniales estaba sujeto a un error de cosmovisión, porque el lavarse las manos no es la garantía de tener un corazón puro.
Otro de esos hábitos nefastos era desentenderse de la responsabilidad de cuidar a las madres y padres ancianos, con tal de dar ese dinero como ofrenda para el templo. El hombre se convertía en un piadoso por sus ofrendas regulares al templo, pero no atendía las necesidades de sus padres ancianos. Eso hacía a un lado el mandamiento de honrar a padre y madre, que incluye el ver por su bienestar en la tercera edad. Los ancianos quedaban desprotegidos como resultado de la supuesta piedad religiosa de quienes sostenían al templo con sus habituales ofrendas regulares.
El Señor Jesús reaccionó fuertemente contra esa hipocresía, porque es torcer la palabra de vida, que proviene de Dios, y hacer algo que es un hábito nefasto. Por eso no se puede confiar al cien por ciento en los hábitos para lograr los cambios necesarios en el corazón, ya que es posible que estos hábitos estén sujetos a graves errores de cosmovisión.
ORAR: Señor, que nuestros hábitos reflejen claramente la luz del evangelio. Amén.
IR: La mayordomía de la influencia se canta en el himno: “Debo ser fiel por los que en mí confían”.