Marcos 5:1-8 (La Palabra)
Llegaron a la otra orilla del lago, a la región de Gerasa. En cuanto Jesús bajó de la barca, salió a su encuentro, procedente del cementerio, un hombre poseído por un espíritu impuro. Este hombre vivía en el cementerio y nadie había podido sujetarlo ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían encadenado y sujetado con grilletes, pero siempre los había roto y ya nadie lograba dominarlo. Día y noche andaba entre las tumbas y por los montes, gritando y golpeándose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, echó a correr y fue a arrodillarse a sus pies, gritando con todas sus fuerzas: — ¡Déjame en paz, Jesús, Hijo del Dios Altísimo! ¡Por Dios te ruego que no me atormentes! Y es que Jesús había dicho al espíritu impuro que saliera de aquel hombre.
PENSAR: Los efectos que produce Dios en la vida humana son buenos. Dios transforma al egoísta para convertirlo en generoso. Dios hace que el esposo trate bien a su mujer en lugar de ser áspero con ella. Dios convierte a un descuidado en amigo leal y comprometido. Dios levanta del polvo al menesteroso, y cambia su destino. Dios hace habitar en familia a la mujer que tiene en su corazón la vocación de ser madre y abuela. Los efectos de Dios son vida y salud, alegría y plenitud a pesar de las adversidades. Dios trae equilibrio a la vida. El ser humano puede conocer el verdadero florecimiento gracias a la eterna bondad de Dios.
En cambio, los malos efectos del espíritu inmundo son el aislamiento y la soledad. El ser humano se convierte en un espanto y su vida ahuyenta en lugar de atraer. Se hace daño a sí mismo, atormentado por el diablo (que le aprendió a suplicar así, abusando del nombre de Dios) y es incapaz de establecer relaciones sanas con sus seres queridos. Pero lo más triste de los malos efectos del enemigo, es lo que produce a nivel social. Es la alienación del que es catalogado y etiquetado como raro, como desadaptado, como monstruo, como endemoniado.
El pobre individuo que sufre los ataques del espíritu inmundo es sólo el síntoma de una enfermedad más grave y mayor, que infecta a toda la sociedad. Así lo veremos en todo este episodio de Marcos 5. La gente del pueblo ha marginado al pobre atribulado para que deambule solo entre las tumbas. Así, sus seres queridos también han tenido que cargar la mancha de ser su familia, y han roto toda relación con él. Pero para todos es muy conveniente tener al loco del pueblo, al endemoniado, viviendo así. Porque así pueden fácilmente señalarlo y ver en él a alguien que tranquiliza su conciencia. Ellos no están tan mal, después de todo. El malo es aquel pobre hombre entre las tumbas. Esta acción de demonizar al otro es el peor de todos los malos efectos del espíritu inmundo.
Después de la tormenta en su navegación, preludio de entrada a un territorio dominado por el enemigo, el Señor enfrenta la necesidad de todo un pueblo, manifestada en este pobre individuo.
ORAR: Señor, queremos en nuestra vida más de los buenos efectos que produce tu amor. Amén.
IR: El señorío de Cristo no es opresión, sino libertad verdadera.