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Nehemías 10:30, 32 (La Palabra)
…se adhirieron a sus parientes y a sus jefes comprometiéndose con solemne juramento a caminar en la ley de Dios que fue dada a través de Moisés, siervo de Dios, y que mandaba guardar y cumplir todos los mandamientos del Señor, nuestro Dios, sus ordenanzas y estatutos…. así como de no comprarles nada, ni cereales ni otras mercancías, si lo traían a vender en sábado o en otro día sagrado.
PENSAR: En tiempos de Nehemías y la reconstrucción de la muralla de Jerusalén, en la vida del pueblo judío pasó a primer plano el día de reposo. Esto tiene mucha relevancia para nosotros hoy, porque la práctica de guardar un día de culto significa que con Dios no sólo hay lugares santos, sino también hay tiempos santos.
Para los israelitas, el templo de Jerusalén era un lugar santo, un pedacito del cielo en la tierra. Era una presencia divina en el mundo: la casa de Dios. Pero la práctica de guardar el día de reposo afirma que, con Dios, más que procurar acudir a un lugar santo, hay que respetar un tiempo santo.
En nuestra relación con Dios, observar el tiempo santo se convierte en algo más importante que tener un lugar santo. El Señor Jesús dijo que los verdaderos adoradores no se distinguen por el lugar en donde adoran, sino porque lo hacen en espíritu y en verdad (Jn 4:23). Esto nos presenta la posibilidad real de vivir una vida de adoración aun sin tener un lugar santo. Aunque nuestro lugar de reunión esté con sus puertas cerradas por el momento, como muchas iglesias durante el confinamiento. Eso no significa que no hay tiempo santo, y que no podemos adorar a Dios.
En nuestra disciplina semanal, reconocemos que llega el día del Señor, inclinamos el corazón y hacemos oración en reconocimiento de la bondad y la maravilla de Dios. Vivimos el tiempo santo, a pesar de no estar físicamente en un lugar santo, como muchas personas que hoy en día no pueden salir de su casa para ir a la iglesia.
Eso es lo valioso de guardar un día para el Señor. Debe formar parte de nuestra disciplina espiritual el reconocer, honrar y vivir el día del Señor. Para los cristianos es el primer día de la semana, como indicador de prioridad, porque dedicamos a Dios las primeras horas de cada semana, y así afirmamos que Dios tiene el primer lugar en la vida.
El domingo decimos “El Señor resucitó”, y como es el primer día de la semana, renovamos nuestra fe en el Señor. Alineamos de nuevo nuestra vida según los propósitos del reino de Dios. Corregimos lo que se tiene que corregir. Buscamos por la confesión el perdón de nuestros pecados y comenzamos una nueva semana recargados de la alegría del Señor, que es nuestra fuerza.
En este tiempo difícil, cuando muchas personas todavía tienen que guardar confinamiento, y quedarse sin reuniones presenciales, tal vez no podemos acudir a un lugar santo, pero efectivamente sí entramos en un tiempo santo.

ORAR: Señor, queremos adorarte en espíritu y en verdad, no sólo en los templos y lugares santos, sino reconociendo tu presencia aún en nuestros lugares de confinamiento. Amén.

IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.