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Juan 1:6-11 (La Palabra de Dios para todos)
Hubo un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan. Él vino a dar testimonio de la Luz para que todos los seres humanos pudieran creer. Juan no era la Luz; él sólo vino a dar testimonio de la Luz. La Luz verdadera que ilumina a todo ser humano entraba al mundo.
El que es la Palabra ya estaba en el mundo.
Él creó el mundo, pero el mundo no lo reconoció.
Vino al mundo que le pertenecía, pero su propia gente no lo aceptó.
PENSAR: Desde hace ciento cuarenta años, con la invención de la bombilla eléctrica, la humanidad ha podido conocer un tipo de luz que no proviene del sol, y que ha cambiado nuestra manera de vivir. Sin embargo, esta luz depende de la corriente eléctrica, de modo que no brilla en cualquier lugar, sino sólo en los lugares donde existen las instalaciones eléctricas necesarias. Por lo tanto, es una luz artificial, y periódicamente hay que pagar la cuenta por el servicio de esa energía eléctrica.
Nos hemos dado cuenta de la existencia de distintos tipos de luz. En un sentido espiritual, en la navidad celebramos que vino al mundo un tipo de luz que no conocíamos. Es la luz verdadera, a diferencia de otros tipos de luz que no son verdaderos. Se trata de una luz que ilumina a todo ser humano. Es una luz que ilumina la conciencia, es la capacidad de convencernos de nuestro pecado y de nuestra tremenda necesidad de Dios. Es una luz que siempre nos llama a vivir en un plano superior de vida. No para escapar del mundo, sino para participar en su rescate.
Por eso en la navidad instalamos tantas luces en nuestra casa. Encendemos velitas, prendemos foquitos, casi todas nuestras decoraciones tienen que ver con la luz. Esos adornos dan testimonio de la luz verdadera que nació. No son la luz, así como el profeta Juan el bautista, que tampoco era la luz, pero dio testimonio de la luz. Y cuando llega el momento de volver a guardar todo en sus cajas, cuando quitamos las decoraciones, ¿dónde siguen brillando esas luces navideñas? ¿Dónde persiste el testimonio de la luz verdadera?
Podemos tratar de identificar esas situaciones, lugares, experiencias y personas especiales que siguen dando testimonio de la luz verdadera, aun después que pase la temporada de navidad. ¿Qué tiene en común todo ello? Hay algo que sin duda es el mejor testimonio de la luz que vino al mundo en la navidad. Es un buen testimonio de Cristo. Es el carácter transformado por el amor de Dios. Es la regeneración, el nuevo nacimiento, la nueva criatura que sólo es producto del trabajo del Espíritu Santo en nuestro corazón.
Esa es “la pequeñita luz que no deja de brillar”, según lo decimos en el cantito infantil que conocemos. Debemos dejar que brille esa luz. No tiene sentido encender una vela y luego esconderla. Se coloca donde pueda brillar intensamente. ¿Sigue brillando en ti la luz que nació en navidad?
ORAR: Señor Jesús, que tu luz brille en nuestro corazón. Que podamos encontrar una manera de hacer brillar la luz de tu amor en el mundo para que todas las personas que nos conocen puedan verla. Amén.
IR: Una esperanza sin fallos, un amor sin remilgos, un gozo sin excusas y una paz sin explicaciones.