Mateo 2:9-12 (La Palabra)
Los sabios, después de oír al rey, emprendieron de nuevo la marcha, y la estrella que habían visto en Oriente los guio hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de alegría. Entraron entonces en la casa, vieron al niño con su madre María y, cayendo de rodillas, lo adoraron. Sacaron luego los tesoros que llevaban consigo y le ofrecieron oro, incienso y mirra.
Y advertidos por un sueño para que no volvieran adonde estaba Herodes, regresaron a su país por otro camino.
PENSAR: Oro, incienso y mirra. Hemos escuchado tantas veces los regalos de los magos al niño Jesús, que ya no reparamos en el tremendo significado que conllevan. El oro, en la actualidad, así como en la antigüedad, es el recurso económico que puede intercambiarse por sustento y abrigo, por resguardo y techo, por bendiciones concretas para cuidar la vida, siempre y cuando esté en las manos correctas. El incienso representa las oraciones de los creyentes que antes y ahora acuden a los templos y santuarios, a lugares donde el aroma a incienso les indica un espacio de santidad. La mirra era un ingrediente que se mezclaba con aceites para dar bendiciones y también en la medicina, para aliviar heridas y golpes.
Fueron regalos tan extraordinarios, que quedaron en el recuerdo de José y María, y de toda persona que presenció la visita de los magos a Belén. Pero fueron extraordinarios, no tanto por lo que eran, sino por el destinatario. Esos cargamentos de regalos pasaron por Jerusalén y no se quedaron ahí. El oro pasó cerca del palacio de Herodes, pero no fue a depositarse a las arcas de un tirano que no necesitaba más oro, y que seguramente no usaría ese recurso para cuidar la vida, sino todo lo contrario. En cambio, ese oro se depositó a los pies de Jesús, porque en las manos del Señor Jesús, el oro se torna en bendición para toda persona afligida. Los magos reconocieron en aquel bebé al verdadero Rey que debe administrar los recursos económicos del reino de Dios.
El incienso pasó muy cerca de los sacerdotes del templo, pero no fue a dar a sus depósitos de incienso, porque los magos reconocieron que las oraciones de esos sacerdotes no pasaban del techo del templo. En cambio, vieron en el pequeño niño Jesús al verdadero sacerdote que lleva nuestras oraciones al trono de la gracia, el verdadero mediador entre Dios y los humanos, el verdadero intercesor que ora por nosotros ante el Padre celestial.
La mirra pasó por Jerusalén, pero no se quedó ahí, en las boticas y mercados de médicos y curanderos que sólo explotaban el dolor de la gente y se hacían ricos con las enfermedades de los demás. En cambio, llevaron la mirra ante Jesús, porque en sus manos puede convertirse en verdadero ungüento sanador para toda persona que tiene el corazón lastimado, golpeado y herido. Así, los regalos de los magos significan mucho porque fueron dados al Señor Jesús, y en sus manos, esos regalos de convierten en grandes bendiciones para todo aquel que en él cree.
ORAR: Bendito Dios, queremos reconocer quién es Jesús: el Príncipe de Paz, el verdadero Rey, sacerdote y sanador de toda persona que deposita su confianza en él. Ayúdanos a compartir tus regalos de alegría, paz, amor y luz a dondequiera que vayamos. Amén.
IR: Una esperanza sin fallos, un amor sin remilgos, un gozo sin excusas y una paz sin explicaciones.