Marcos 2:6-12 (Dios Habla Hoy)
Algunos maestros de la ley que estaban allí sentados, pensaron: «¿Cómo se atreve éste a hablar así? Sus palabras son una ofensa contra Dios. Sólo Dios puede perdonar pecados.» Pero Jesús en seguida se dio cuenta de lo que estaban pensando, y les preguntó: —¿Por qué piensan ustedes así? ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: “Tus pecados quedan perdonados”, o decirle: “Levántate, toma tu camilla y anda”? Pues voy a demostrarles que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados. Entonces le dijo al paralítico: —A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. El enfermo se levantó en el acto, y tomando su camilla salió de allí, a la vista de todos. Por esto, todos se admiraron y alabaron a Dios, diciendo: —Nunca hemos visto una cosa así.
PENSAR: Un techo estropeado. Una casa repleta de gente. Un ambiente enrarecido por los maestros de ley que están sentados en primera fila, con su actitud de superioridad y de juicio hacia todos los demás, que no son tan santos como ellos. Se oye la voz de Jesús: “Hijo, tus pecados quedan perdonados”.
La murmuración estaba en los corazones y en las miradas que se intercambiaron mutuamente aquellos fariseos. ¿Cómo se atreve a perdonar? El Señor Jesús entonces habla de lo fácil que puede ser decir, sin que lo que se habla logre hacer nada.
En el caso del ser humano, es fácil hablar sin que pase nada. Cuando se trata de algo pronunciado por Dios, lo que la boca de Dios ha hablado, es palabra que hace. Sana paralíticos y perdona pecados. Aquel hombre ya no iba a estar sujeto a la camilla, sino que ahora tendría agencia de su propia vida, y sería él quien tome su camilla, y no viceversa. Eso es lo que logra la palabra de Dios. Nos hace seres humanos que podemos “tomar el lecho”, ponernos de pie como agentes de nuestra vida.
Jesús estaba predicando la palabra. Cristo, la palabra encarnada, estaba predicando la palabra hablada. Para él no hay diferencia entre el decir y el hacer. Lo que dice Jesús se convierte en acción redentora y transformadora. Su palabra ya es un gran acto hablado, y una palabra que actúa.
Por la gracia de Cristo, nosotros también podemos poner en nuestras palabras tremendas acciones de bendición. Podemos decir: “te perdono”, “te quiero”, “gracias por todo”, “perdóname por favor”. ¿Qué es más fácil decir? Jesús sabe que para nosotros a veces no es fácil decir esto.
Pero él es el Ungido, es el Hijo del Hombre, y puede perdonar nuestros pecados. Por eso su palabra es transformadora y nos llena de esperanza. Él nos ha dicho que estará con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo, y esa palabra nos llena de aliento hoy.
ORAR: Señor Jesús, habla tu palabra una vez más para que nos transforme y nos llene de esperanza. Amén.
IR: Como buen pastor, Dios ha venido a buscarnos en la historia de Jesús.