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Nehemías 1:5-7 (La Palabra)
Y dije: — Por favor, Señor, Dios de los cielos, Dios grande y terrible que eres fiel a la alianza y misericordioso para con los que te aman y guardan tus mandamientos: mantén atentos tus oídos y abiertos tus ojos para escuchar la oración que este tu siervo te dirige hoy, día y noche, a favor de los israelitas, tus servidores. Confieso los pecados que los israelitas hemos cometido contra ti: tanto yo como la familia de mi padre hemos pecado y te hemos ofendido gravemente no observando los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a tu siervo Moisés.
PENSAR: Es cierto que todos tenemos motivos para llorar. Muchos hemos perdido seres queridos en este tiempo. Un duelo se ha empalmado encima de otro, y no hemos podido procesar una pérdida cuando ya nos enteramos de otra y otra más.
Amistades y familiares, grandes recursos que hemos perdido. ¡Cómo han caído los valientes! Nos duelen todas esas pérdidas, porque estamos hechos de carne y hueso, y nos duelen las noticias tristes. Nos hacen llorar.
Pero hay una razón mucho más profunda para el llanto de Nehemías y de toda persona que se identifica con la historia de este libro. Es la razón teológica. Es una razón que va hasta el fondo del por qué existimos como pueblo de Dios y cuál es la relación entre Dios y el mundo.
Lloramos porque Dios quiere bendecir al mundo. Se trata del Dios de los cielos, grande y terrible. Y aunque los persas utilizaban estas designaciones para referirse a su dios Ormuz, Nehemías tiene cuidado de precisar que está orando al Dios que ha hecho una alianza a la cual se mantiene fiel. Esta alianza forma parte de un proyecto que Dios tiene de bendecir a todas las familias de la tierra, por medio de la descendencia de Abraham y Sara.
¿Y cómo va a bendecir al mundo y a todo el universo si el pueblo que Dios había escogido para llevar a cabo su propósito de rescate del cosmos ahora está en ruinas? Se encuentra en una situación desoladora, y por la destrucción no hay perspectiva de esperanza. No hay fuerza. No hay motivación. No hay ese vigor de la juventud. No hay esa visión, creatividad e imaginación de los niños y adolescentes. El pueblo que Dios quiere usar para bendecir al mundo está en una condición deplorable.
Hoy sabemos que la descendencia de Abraham y Sara se refiere al Señor JesuCristo. Pero el Señor Jesús nos llegó gracias a la supervivencia del pueblo judío, porque de los hijos de Israel nos viene el Señor Jesús. Junto con Nehemías nos queremos sentar a llorar, porque nos preguntamos hoy: ¿Dónde queda ese gran proyecto de bendición, si no hay ese instrumento que Dios quiere usar para bendecir a todas las familias de la tierra? ¿Qué va a pasar con ese proyecto?
ORAR: Señor, mira nuestro dolor y nuestro luto. Nuestro corazón llora. Danos consolación. Amén.

IR: Que Dios nos ponga en el corazón lo que haga falta para vivir según su buena voluntad.