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Nehemías 3:13-19 (La Palabra)
La Puerta del Valle la reconstruyeron Janún y los habitantes de Zanoaj; la reedificaron y montaron las hojas de las puertas con sus cerraduras y sus barras, restaurando además medio kilómetro de muralla, hasta la Puerta del Muladar. La Puerta del Muladar la restauró Malquías, hijo de Recab, jefe del distrito de Bet Jaquerén; la reedificó y colocó las hojas de sus puertas con sus cerraduras y sus barras. La Puerta de la Fuente la restauró Salún, hijo de Coljoze, jefe del distrito de Mispá. La reedificó, puso las vigas, colocó las hojas de sus puertas con sus cerraduras, sus barras y restauró también el muro del Estanque de Siloé, junto al Huerto del Rey, hasta la escalinata por la que se baja de la ciudad de David.
Siguiendo sus pasos, Nehemías, hijo de Azbuc y jefe de la mitad del distrito de Bet Sur, continuó la obra de restauración hasta llegar a los sepulcros de David, la alberca artificial y la Casa de los Héroes. El tramo siguiente, correspondiente a su sector, lo restauraron los levitas Rejún, hijo de Baní y Jasabías, jefe de la mitad del distrito de Queila. Prosiguieron la restauración sus parientes, entre ellos Bavay, hijo de Jenadad, gobernador de la otra mitad del distrito de Queila. Por su parte, Ezer, hijo de Josué, jefe de Mispá, reconstruyó el tramo del Ángulo situado frente a la Subida de la Armería…
PENSAR: ¿Para qué nos sirve tener tantos nombres de los constructores de la muralla, y los lugares que cada uno restauró? Para empezar, nos sirve para darnos cuenta que Nehemías no lo hizo todo él solo, sino que hubo muchas personas involucradas. Además, recibimos información valiosa en algunos casos sobre quiénes eran estas personas del pueblo. Así, nos conectamos con la historia de la reconstrucción, y nos vemos retratados como miembros de una comunidad que también requiere ser reconstruida.
Hay que restaurar nuestra vida en lo económico, lo emocional, lo espiritual y lo social. Parece una tarea imposible, y sí lo es, cuando un solo individuo lo intenta hacer todo solo. Una obra tan grande es tarea de todo el pueblo. Por eso tenemos tantos nombres. Hay un sentido de comunidad en la tarea de reconstrucción. Y veremos que es necesario reconstruir no sólo las murallas, sino también las relaciones de justicia y la relación con Dios.
Todos somos convocados a la tarea de reconstrucción, organizadamente para cumplir el objetivo, y nadie haciéndolo todo, sino sólo una porción posible. Así, una tarea imposible se hace posible.
Nos damos cuenta, también, que los lugares restaurados ya tienen nombre. Esos nombres indican que ya hay una historia. Algunos de esos nombres alimentan el recuerdo y la nostalgia de otras épocas de grandeza. Las puertas y las esquinas de la ciudad de Dios tienen nombres. Así nos ubicamos en una tarea de restaurar una obra amada por Dios, no es cualquier reconstrucción. Tiene que ver con la historia de Dios en su intención de recuperar aquello que se había perdido. Cristo vino a buscar y a salvar nuestro corazón, que estaba perdido.
Todos podemos hacer algo, todos estamos invitados y desafiados a reconstruir lo que Dios quiere hacer por nuestro mundo en este tiempo.
ORAR: Señor, gracias por invitarnos a participar en la restauración de tu obra en el mundo. Amén.

IR: “De la abundancia del corazón habla la boca”.