Nehemías 6:15-19 (La Palabra)
El veinticinco del mes de Elul, al cabo de cincuenta y dos días, se concluyó la restauración de la muralla. Al enterarse nuestros enemigos y las gentes de nuestro alrededor, se llenaron de temor y reconocieron que esta obra se había realizado gracias a nuestro Dios.
En aquella época muchos de los principales de Judá se carteaban con Tobías y éste con ellos. En Judá había muchos partidarios de Tobías porque era yerno de Secanías, hijo de Araj, y Jojanán, su hijo, había tomado por mujer a la hija de Mesulán, hijo de Berequías. Me contaban lo bien que Tobías hacía las cosas y, a la vez, le informaban de mí. Él, por su parte, seguía enviándome misivas atemorizadoras.
PENSAR: La tentación es distracción. Consiste en poner en duda tanto nuestra identidad como pueblo amado de Dios, como también nuestra misión de ser canales de la bendición de Dios al mundo. La tentación tiene como objetivo desvalorizar nuestros esfuerzos por servir a Dios. “Eso que haces no sirve; es poco. Estás desperdiciándote en tus esfuerzos”. En el caso de Nehemías la tentación era la de mirar la construcción de la muralla sólo como si fuera un proyecto personal de Nehemías. Como si todo se tratara sólo de un capricho suyo, un afán de acumular más y más poder, y de convertirse en un “rey”.
Nehemías sabía muy bien que él no era el centro del proyecto; él no era el objetivo final de la reconstrucción de la muralla. Aquel trabajo no servía a los intereses de una agenda personal. “¿Estás trabajando sólo por ti, enfocado en tu propio beneficio?” Es la pregunta del acusador. La respuesta es NO. Son mentiras, inventos del acusador. Si acaso estamos trabajando, no es para servirnos a nosotros mismos, sino para servir a Cristo. Cristo es quien ocupa el trono de nuestra vida, y ya no vivimos nosotros, sino que Cristo vive en nosotros.
Entonces, lo que hacemos como pueblo amado por Dios, es participar en el amor que Dios le tiene al mundo. Tenemos que identificar nuestras acciones como parte del proyecto de bendición de Dios a su mundo. Sea que trabajemos en el ministerio “religioso”, o en un trabajo “secular”, cada cosa que hacemos –siempre y cuando sea un trabajo honrado y honorable— podemos decir que estamos canalizando el amor de Dios por su mundo, por medio de nuestro trabajo. Sea cual sea nuestro empleo u ocupación, por medio de nuestro trabajo, debemos manifestar que Dios ama al mundo.
Si no logramos hallar la conexión entre nuestro trabajo y el amor de Dios por su mundo, tal vez deberíamos buscar otro trabajo. Le pedimos al Señor que “en la tentación no nos deje caer”. Dios no es quien nos “mete en las tentaciones”. La traducción del Padre Nuestro debe ayudarnos a entender que se trata de no caer, de mantenerse firmes, de pie, en el momento de la prueba de nuestra fe. Las rodillas firmes, ante el embate de la peor, de la más cruel, sutil y común de las tentaciones, que atenta contra nuestra identidad y nuestra misión, y que consiste en pensar que Dios no nos ama, roguemos al Señor que nos ayude a mantenernos firmes, sin caer. Respondamos como Nehemías diciendo: “Eso que estás diciendo son sólo inventos y mentiras”. Para manifestar el amor de Dios por su mundo todavía nos queda mucho que hacer.
ORAR: Dios, ayúdanos a demostrar a quienes viven con nosotros que tú les amas. Amén.
IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.