Nehemías 6:10-14 (La Palabra)
Después de esto fui a casa de Semaías, hijo de Delaías y nieto de Mejetabel, que se encontraba recluido en casa. Me dijo: — Reunámonos en el Templo de Dios, en el interior del santuario, y cerremos sus puertas porque esta noche van a venir a matarte. Pero yo le contesté: — ¿Ha de huir alguien como yo? Uno como yo no puede refugiarse en el santuario para salvar la vida. ¡De ninguna manera entraré! Y es que, en realidad, me di cuenta de que no hablaba como portavoz de Dios, sino que intentaba traicionarme porque había sido comprado por Tobías y Sambalat. Había sido contratado para intimidarme y hacerme pecar al comportarme de ese modo. Pretendían con ello crearme mala fama y desprestigiarme. ¡Ten en cuenta, Dios mío, todo lo que me han hecho Tobías y Sambalat! ¡Acuérdate, también, de la profetisa Noadías y de los demás profetas que me intimidaban!
PENSAR: Como Nehemías nunca fue a la reunión de los enemigos, éstos hicieron otro plan. Le pagaron a Semaías para que fingiera ser profeta. Tal y como hoy en día abundan los charlatanes que se dicen profetas y sólo hablan lo que se les ocurre en el momento. Nehemías acude a visitar a Semaías por una razón pastoral. Estaba recluido en casa. Aquel no era tiempo para estar encerrado en casa, como si hubiera una pandemia como esta, que nos impide tener reuniones presenciales. Nehemías no tenía forma de comunicarse con alguien encerrado, como lo hacemos ahora por las conexiones en línea. Así que fue a visitar a Semaías, para animarle a salir del encierro y participar en la reconstrucción, para hacer lo que le toca en remozar y fortalecer la muralla.
Luego Nehemías se dio cuenta de que Semaías estaba fingiendo. Su encierro no obedecía a una enfermedad ni a una necesidad pastoral. Era sólo un gancho para llamar la atención de un pastor diligente. Semaías plantea la idea de irse a refugiar en el lugar santo, para evitar un supuesto intento de asesinato. Nehemías no era sacerdote. Además, inferimos que debía haber sido eunuco, porque trabajaba como copero del rey persa. Esta situación personal habría desbaratado su autoridad; lo habría desprestigiado si se hubiera encerrado en el lugar santo del templo.
Nehemías pudo discernir la mentira y la farsa del plan de Semaías. Toda tentación es un intento de distraer al siervo o sierva de Dios para que no cumpla su misión. La tentación se centra en dos puntos. Ataca la identidad –¿quién eres? — y ataca la misión --¿qué haces? Toda tentación tiene que ver con identidad y misión. Igual que las tentaciones al Señor Jesús. “¿En realidad eres el Hijo de Dios?” La tentación que enfrentamos hoy en día consiste en el ataque a nuestra identidad.
¿En verdad eres hijo o hija amada de Dios? ¿Qué dicen los rumores? ¿Qué se dice acerca de ti, mi hermano, mi hermana? ¿Son falsos? ¿Están amenazando tu labor, para distraerte de tu tarea? ¿Realmente eres un siervo o sierva de Dios? ¿Formas parte de ese pueblo de los cristianos, y esa es tu identidad? Porque hay rumores que ponen en duda tus verdaderos intereses…
Ante los rumores, sólo nos corresponde afirmar aquello de lo que estamos seguros: “Es cierto que tengo muchas imperfecciones, áreas de oportunidad y fallas. Pero hay algo que es una certeza, una convicción, una realidad ciento por ciento segura: que esta mañana, Dios ha renovado su amor por el mundo y por su pueblo. Dios está enamorado, y hoy se ha vuelto a enamorar”. Ese amor renovado de Dios nos dice quiénes somos. Somos los amados de Dios.
ORAR: Señor, ayúdanos a encontrar nuestra identidad en tu amor renovado por el mundo. Amén.
IR: Dios quiere bendecir a todas las familias de la tierra, y nada puede detener ese plan.