Marcos 6:6-13 (La Palabra)
Andaba Jesús enseñando por las aldeas de alrededor, cuando reunió a los doce discípulos y empezó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus impuros. Les ordenó que no llevaran nada para el camino, excepto un bastón. Ni pan, ni zurrón, ni dinero en el bolsillo; que fueran calzados con sandalias y no llevaran más que lo puesto. Les dio estas instrucciones: — Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que salgan del lugar. Y si en algún sitio no quieren recibirlos ni escucharlos, márchense de allí y sacudan el polvo pegado a sus pies, como testimonio contra esa gente.
Los discípulos salieron y proclamaron la necesidad de la conversión. También expulsaron muchos demonios y curaban a muchos enfermos ungiéndolos con aceite.
PENSAR: Después de ser rechazado en su pueblo natal, Jesús envió a sus doce discípulos en seis equipos a las aldeas de alrededor. Esto quiere decir que envió a sus discípulos a que tuvieran la misma experiencia que él tuvo en Nazaret. A Simón Pedro lo pudo haber enviado a su pueblo Cafarnaúm, a ser profeta ahí. A Felipe lo pudo haber enviado a Betsaida, y así sucesivamente. Seguramente quienes conocían a los discípulos desde niños, decían “¡No puede ser! Este Simón ahora es un profeta, está sanando enfermos y echando fuera demonios…” Lo mismo habría pasado en Betsaida y en todos los otros pueblos que reconocían a los doce apóstoles. Ellos llegaron a sus pueblitos a proclamar el reino de Dios, a predicar el arrepentimiento y la conversión: que la gente se vuelva a Dios. Esta es la relación directa que tienen los discípulos con su maestro. Al igual que en Nazaret, la gente de los pueblos de alrededor respondería con rechazo.
Pero en Cristo, cuando tenemos una relación firme con el Señor, podemos responder a ese rechazo con mayor certeza de nuestra identidad como siervos y siervas de Cristo. Lo importante no somos nosotros, sino Cristo en nosotros. Somos fuertes y sabios, gracias a Cristo en nosotros. Gracias a esta relación que tenemos con Cristo podemos soportar los rechazos en la misión. Nuestra misión no está fundamentada en nuestros recursos. Por eso lo importante no es el dinero en el bolsillo, sino la relación estrecha con el Señor Jesús. Gracias a esa relación directa, fuerte y sólida con el Señor podemos ejercer ministerio, que se realiza con la riqueza que tenemos en el fondo del corazón y no con las limitaciones que haya en el fondo del bolsillo.
Es una misión de proclamación y recuperación. Por las películas de miedo, se nos ha hecho pensar que la expulsión de demonios es algo espeluznante. Pero el Señor Jesús lo hacía simplemente por el poder de su palabra. Nunca batalló para hacerlo. No tuvo que entrar en trance ni hacer conjuros especiales, mágicos o misteriosos; no hay nada de eso en los relatos de los Evangelios. Y así enseñó también a sus discípulos. Debiéramos ver este asunto como una misión de recuperación. La proclamación del arrepentimiento va de la mano con el sanar enfermedades y el echar fuera demonios, porque se trata de recuperar lo que le pertenece a Dios: el corazón humano.
ORAR: Señor Jesús, ayúdanos a vivir nuestra misión identificados contigo. Amén.
IR: En el conflicto entre el victimario y la víctima, Dios libera a la víctima y transforma al victimario.