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Marcos 5:37-43 (La Palabra)
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y su hermano Juan, se dirigió a casa del jefe de la sinagoga. Al llegar vio el alboroto y a la gente que lloraba dando muchos alaridos. Entró y les dijo: — ¿A qué vienen este alboroto y estos llantos? La niña no está muerta; está dormida. Pero se burlaban de él. Jesús echó a todos de allí y, haciéndose acompañar solamente de los padres de la niña y de los que habían ido con él, entró donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: — Talitha, qum, que significa: “Muchacha, a ti me dirijo: levántate”.
La muchacha, que tenía doce años, se levantó al punto y echó a andar. Y la gente se quedó atónita. Jesús ordenó severamente que no hicieran saber esto a nadie, y mandó dar de comer a la niña.
PENSAR: La chica de doce años tenía frente a sí un horizonte cerrado. Vivía en una cultura en la que estaba descalificada por ser mujer. Seguramente ella habría escuchado la sentencia del judaísmo de su época: “Es preferible quemar las Escrituras antes que ponerlas en manos de una mujer”. Es una situación realmente terrible. La mujer quedaba marginada de la vida de oración, del conocimiento de la Palabra, condenada a una vida de ignorancia por no poder aprender a leer hebreo, sin acceso directo a la Palabra de Dios. La hija de Jairo, a los doce años (al momento de convertirse plenamente en mujer) enfermó gravemente, como si se dijera a sí misma que no quiere ser adulta, que no quiere ese horizonte cerrado. Hay una conexión misteriosa entre nuestras enfermedades y nuestra voluntad. Esta chica se enfermó gravemente a los doce años. Por las instrucciones del Señor Jesús al final (de darle de comer), pudiéramos pensar que tal vez ella había decidido dejar de comer. Como si no tuviera la voluntad de ser adulta.
Pero en el Señor Jesús, la mujer tiene un horizonte abierto. Cristo tiene planes de bendición para la hija de Jairo, y para toda mujer. Según la perspectiva del Señor Jesús, una niña de doce años sí tiene que vivir. Tal vez algún machista pudiera pensar que no vale la pena sanar a una niña. Pero Jesús piensa de otra forma. Jesús afirma a la niña para que se convierta en mujer. Le dice que se levante. Le abre su horizonte, para que sea su discípula, para que aprenda las enseñanzas del reino de Dios –para que florezca como mujer.
De alguna forma misteriosa, los relatos de estas dos mujeres se complementan entre sí. Una de ellas no hizo nada por llegar a Jesús. Estaba muerta. Fue el Señor Jesús quien vino a ella. Muchas personas pueden identificarse con esta historia. Pero otras cuentan la historia complementaria, la de la mujer que fue a buscar a Jesús. Lo maravilloso es que las dos son verdad, y aparecen de manera equilibrada en el texto de Marcos 5. Esto quiere decir que el Nuevo Testamento nos invita a no tomar una postura radical de uno o de otro lado, sino aceptar las dos historias. Hay quienes insisten en uno de los dos relatos como el modelo de nuestra salvación. Pero ambos se complementan como los dos lados de la misma moneda.
ORAR: Señor, gracias porque te has hecho cercano a nosotros en Cristo Jesús. Podemos extender la mano para tocar el borde de su manto y aceptar el don de la salvación. Amén.
IR: El señorío de Cristo no es opresión, sino libertad verdadera.