Nehemías 1:8-9 (La Palabra)
Recuerda, por favor, lo que prometiste a tu siervo Moisés diciendo: “Si pecan, los dispersaré entre los pueblos; pero si se arrepienten, guardan mis mandamientos y los llevan a la práctica, aunque se encuentren dispersos en el último rincón del mundo, de allí los juntaré y los traeré hasta el lugar que escogí para que en él more mi nombre”.
PENSAR: Nehemías hizo un duelo profundo. Se sentó a llorar. Hizo ayunos. Hizo oración. No sólo era un duelo individual o familiar, lo cual ya es decir bastante, sino que era un duelo por el proyecto de Dios. En su dolor, Nehemías seguramente se preguntaba si en realidad ya se habría acabado el amor de Dios por el mundo, si realmente así se terminaba la historia de la buena voluntad de Dios… ¿Ya no habrá más esperanza? ¿Ya no habrá más justicia en la tierra, ni la paz que proviene del corazón de Dios?
En ese estado de ánimo, en ese proceso de oración, Nehemías respondió con dos elementos. Uno es el arrepentimiento. Pero es un arrepentimiento no sólo individual, sino colectivo. Esto es muy significativo. Nehemías se apropió de los pecados de su pueblo. El día de hoy, lo más fácil sería señalar a los demás, y decir: “¡Esos cristianos, tan cortos de visión y tan ignorantes! ¡Esos cristianos que tan fácil e ingenuamente le creen a un candidato o a un líder político! ¡Esos cristianos que no abandonan su racismo, su clasismo y su machismo!” Lo más fácil sería desligarse de todos esos evangélicos que han desplegado así su pecado. Pero Nehemías no hace eso.
Nehemías se pone precisamente junto con ese pueblo pecador, y pide perdón. A ese pueblo de mente cerrada y de actitudes retrógradas, a ese pueblo pertenezco yo. Ese es mi pueblo, y estamos en una condición pésima. “Señor, te pido perdón. Mi arrepentimiento no es sólo personal, sino de todo tu pueblo. Hemos fallado. No hemos cumplido tu propósito de ser bendición a todas las familias de la tierra. Nos hemos olvidado de nuestra misión”.
El otro elemento en el clamor de Nehemías es un plan. Él tiene esperanza en Dios, y tiene un plan. Dios no abandona su alianza, ni su promesa de bendición. Dios quiere reconstruir un pueblo para que sea bendición a todo su mundo, y lo puede hacer. Nehemías apeló a esa buena voluntad de Dios, y suplicó que le ayudara en el plan que tenía pensado realizar.
Durante esos meses de oración, Nehemías concibió una idea. Tuvo un plan. Esa iniciativa también formaba parte de su responsabilidad personal ante la situación. Iría a hablar con el rey, y por eso pidió a Dios su bendición. Pidió perdón y pidió ayuda. Mostró arrepentimiento y mostró iniciativa. Se dio cuenta que no era suficiente llorar y hacer duelo. Era necesario también actuar para cambiar la situación de su pueblo.
ORAR: Señor, ayúdanos a responder con arrepentimiento y con acción. Danos tu bendición. Amén.
IR: Que Dios nos ponga en el corazón lo que haga falta para vivir según su buena voluntad.