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Salmo 119:6 (La Palabra)
Entonces no me sonrojaría
al ver todos tus mandamientos.
PENSAR: El salmista no habla de otras personas, sino de sí. Es muy común que cuando criticamos la mundanalidad de los cristianos, o hablamos de su afán por los bienes materiales o de su embeleso por las riquezas, usemos la tercera persona del plural. Decimos “son muchos los cristianos que viven afanados”, “hay mucha gente que está presa de su carnalidad”, “ellos son los que tienen el problema”. En lugar de hablar de uno mismo, en lugar de ver esos problemas en mi propio ser, como lo hace el salmista en este verso.
El salmista no quiere sonrojarse ante la palabra de Dios. ¿Por qué viene esa sensación de calor en la cara, de vergüenza por haber sido descubiertos en alguna travesura o falta grave? Es cuando me doy cuenta de que no he vivido según lo que Dios espera de mí. La palabra de Dios corta con más filo que una espada, y me divide en secciones. Me analiza. Identifica mejor que yo cuáles son mis motivaciones y mis pensamientos. Encuentra el problema, como radiografía espiritual, puede detectar dónde está mi tumor, y qué cosa es lo que debo abandonar para salir del pozo.
La palabra de Dios no tiene como propósito avergonzarme. Su objetivo no es simplemente avergonzarme y dejarme en ese estado. El arrepentimiento comienza con una sensación de vergüenza, pero no se queda ahí. La palabra también me indica la salida, para enderezar mis pasos en un camino de justicia y rectitud. La palabra de Dios no sólo me muestra mi problema, sino que también me muestra la solución. El Señor Jesús desde la cruz del Calvario pidió perdón por nuestros pecados. Él mismo es el cordero de nuestra paz y reconciliación. Todo aquel que en él cree, no se pierde, sino que tiene vida eterna.
Me ruborizo ante la palabra de Dios porque gracias a la palabra me doy cuenta de que hay una manera de vivir que es mejor. Dios quiere que viva en paz y en alegría. Dios me ha dado su palabra para que viva en libertad y en justicia, para guiar mis pasos por su camino de vida y salud. La palabra de Dios me hace ver que no tengo por qué seguir viviendo en la basura, todo el tiempo amargado y molesto, enojado con todo el mundo, sin poder disfrutar de lo más sencillo y hermoso que Dios me ha dado. No tengo por qué seguir arrastrándome en las profundidades de la esclavitud a las ideologías y al qué dirán, porque Dios me invita a ser su hijo y su heredero.
Ojalá que pudiera enderezar mis pasos por el camino de Dios, porque así no me quedaría sólo con el rubor de la vergüenza, sino que aceptaría este regalo que Dios me ofrece. Por el poder de su Espíritu y su palabra, podré conocer esa felicidad profunda y simple que tienen los que andan en su camino.
ORAR: Señor, nos acercamos a ti para conocer el tipo de vida que podemos tener en tu paz. Amén.

IR: El Señor no abandona la obra de sus manos.