Salmos 133 (Reina-Valera 60)
¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!
Es como el buen óleo sobre la cabeza, El cual desciende sobre la barba,
La barba de Aarón, Y baja hasta el borde de sus vestiduras;
Como el rocío de Hermón, Que desciende sobre los montes de Sion;
Porque allí envía Jehová bendición, Y vida eterna.
PENSAR: Este es uno de los salmos favoritos del pueblo de Dios. En el camino hacia Jerusalén, que normalmente duraba varios días, podían convivir los grupos familiares y los vecinos y amistades del pueblo. Eran oportunidades preciosas para experimentar la comunidad del pueblo de Dios. Algo parecido a cuando las iglesias evangélicas realizan un campamento familiar. La convivencia se da desde el desayuno compartido hasta la fogata en la noche, con guitarras y acordeones, cantos y bailes de alegría que nos rejuvenecen a todos por la experiencia de la gracia de ser pueblo de Dios.
La comunidad del pueblo de Dios es un gran signo de vida para el mundo. Cuando hay hermanos y hermanas que se reconocen unos a otros como parte del pueblo de Dios, eso es una hermosa señal de esperanza para el mundo. Así lo indican los dos ejemplos que se mencionan en el salmo.
El primer ejemplo de un signo de vida es la ordenación de un nuevo sacerdote. Cuando desciende ese aceite desde la cabeza y hasta el borde de sus vestiduras, y se inaugura un nuevo ministerio de liderazgo espiritual, hay una sensación de esperanza y de renovación de la historia del pueblo de Dios. Comienza un tiempo nuevo de liderazgo en el servicio. Comienza un nuevo capítulo de enseñanzas y profundización en la Palabra de vida que se le ha entregado al pueblo de Dios en las Sagradas Escrituras. Comienza una nueva etapa de acompañamiento pastoral, de reconocimiento de las alegrías y las lágrimas que componen nuestro viaje por el mundo. Por eso, la ordenación de un nuevo pastor es una hermosa señal de que la iglesia está viva, y es una verdadera señal de vida para el mundo tan amado por Dios y tan necesitado del testimonio del evangelio.
El segundo ejemplo de una señal de vida es la humedad sobre el territorio. Ese rocío matinal que cubre todo el llano, desde el pico del monte más alto hasta los patios de Jerusalén. Desde Hermón hasta Sion, el agua sustenta la vida de las plantas, desencadena los procesos de germinación de las semillas, se reverdecen los campos. Hay comida para garantizar la vida de los animales y de los humanos. No es necesario que sean lluvias copiosas como las que cantamos en el himno, “lluvias de gracia”. Es suficiente con que sea el rocío, esa mínima humedad que se condensa en las madrugadas. Es una acción de la gracia de Dios, que no olvida los páramos secos ni los deja sin bendición.
Esa es la comunidad cristiana. Es una enorme señal de vida para un mundo agonizante. Cuando hermanos y hermanas se apoyan mutuamente y viven en armonía, el mundo puede saber que hay esperanza. No todo está perdido. En el pueblo de Dios el mundo podrá encontrar paz y justicia.
ORAR: Ayúdanos, Señor, a ser para el mundo ese oasis que le ofrece una señal de vida. Amén.
IR: ¡Qué bueno y qué agradable es formar parte del pueblo de Dios!