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Nehemías 5:14-18 (La Palabra)
Desde el día en que fui nombrado gobernador de Judá, a saber, desde el año vigésimo al trigésimo segundo del reinado de Artajerjes, doce años en total, ni yo ni mis familiares hemos vivido a expensas de lo que corresponde al gobernador. Todo lo contrario de los gobernadores que me precedieron y que abrumaron al pueblo cobrándole más de cuarenta siclos cada día por el pan y el vino, además de que sus servidores tiranizaban al pueblo. Yo no actué de esa manera por respeto a Dios. Participé en los trabajos de reconstrucción de la muralla sin adquirir campo alguno; y toda mi gente estaba también allí colaborando en la obra. A mi mesa se sentaban ciento cincuenta comensales, entre judíos y autoridades, sin contar los que acudían a nosotros de las naciones de nuestro alrededor. Cada día se preparaba un buey, seis carneros seleccionados y aves. Se traía también vino en abundancia cada diez días y, a pesar de ello, nunca me aproveché de lo que me correspondía como gobernador, porque ya era bastante insoportable la carga que pesaba sobre el pueblo.
PENSAR: El Señor nos invita a hacer una reconstrucción integral del pueblo de Dios. No tiene caso construir una muralla si el pueblo que vive ahí no tiene nada de diferente a los pueblos paganos, en sus relaciones de justicia y dignidad, si al igual que todos los pueblos, las necesidades económicas hunden a los pobres en esclavitud. Por eso hubo un arrepentimiento en ese tiempo, y hoy, al igual que en la antigüedad, también hay que arrepentirse para restaurar la vida de hermanos y hermanas. Ellos debían perdonar las deudas que tenían esclavizada a la mayoría del pueblo, con generosidad; hoy hay que pensar cómo expresar esa generosidad para ayudarnos y cuidarnos unos a otros.
A la mesa de Nehemías comían ciento cincuenta personas. Era un hombre sin esposa ni hijos, pero con una mesa llena, la mesa de la generosidad. La generosidad es una marca del buen liderazgo. Hoy en día, muchos líderes buscan el puesto público sólo para enriquecerse, para servirse del pueblo, en vez de servir al pueblo. Pero Nehemías nunca cobró su sueldo como gobernador.
El liderazgo no consiste en un medio para servirse a sí mismo con la cuchara grande, o para salir de las dificultades económicas, o para subir de categoría en la escala social. Es más bien una oportunidad especial para servir al pueblo. Así lo vivió Nehemías. El pueblo ya tenía bastantes impuestos que pagar, ahorcados con el peso de ser súbditos del imperio persa. Por eso él nunca cobró lo que le correspondía como gobernador. Más bien ejerció la generosidad, siguiendo el ejemplo de Dios mismo, que bendice siempre en abundancia.
En esta reconstrucción no sólo hay que atender a los aspectos físicos de la remodelación de los edificios, de los espacios, de las murallas, sino también a la reconstrucción de la vida completa, integral de la gente.
ORAR: Dios, enséñanos hoy cómo vivir tu ejemplo de generosidad. Amén.

IR: Dios ha sufrido por nosotros, por su amor profundo, y el que en él cree conoce su compasión.