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Salmo 129 (La Palabra)
Desde mi juventud fueron muchos mis rivales, —Israel es testigo—;
desde mi juventud fueron muchos mis rivales, mas no han podido conmigo.
Labradores araron mi espalda, abrieron sus largos surcos.
Pero el Señor es justo, ha roto el yugo de los malvados.
¡Que se avergüencen y huyan cuantos odian a Sión!
Que sean como hierba del tejado que antes de arrancarla se seca
y no llena la mano del segador, ni el regazo de quien ata las gavillas;
tampoco los que pasan dicen: “¡Que los bendiga el Señor;
en nombre del Señor los bendecimos!”.
PENSAR: Los salmos de ascenso vinculan la realidad histórica de Israel con la biografía de cada peregrino que va subiendo a Jerusalén. En estos salmos, la persona que canta se reconoce a sí misma como viviendo en carne propia la historia de Israel. El Dios que liberó a los esclavos en Egipto también es el que libera a quienes invocan su nombre desde su angustia y con toda sinceridad.
Son salmos de ascenso porque el viaje a Jerusalén implicaba una subida en el territorio. En el camino, que duraba varios días, iban cantando y reflexionando en estos salmos. El salmo de hoy menciona algo tremendo sobre la ciudad de Jerusalén. No se trata de una ciudad capital como cualquier otra de la antigüedad. No es como las capitales de los reinos e imperios del mundo, donde reinan los hombres con sus agendas de dominación imperial, sus aparatos de odio y de mentira. En cambio, en Jerusalén reina Dios, que tiene un pueblo en el mundo, con el cual está poniendo a prueba el gran laboratorio social de la libertad y la igualdad, de la justicia restitutiva para quienes han sufrido, las viudas, los huérfanos, los migrantes…
Esto hace que la ciudad de Jerusalén sea muy especial. Ahí reina un Dios que es justo, y para siempre es su misericordia. Su justicia se manifiesta en ayudar a las personas que han sufrido, a los quebrantados de corazón, a quienes han vivido condiciones de injusticia.
Por eso la ciudad de Jerusalén se vuelve tan importante. Porque representa la presencia en el mundo de un Dios de justicia. El peregrino, que ha vivido desde su juventud la realidad de la violencia, también ha conocido desde su juventud la ayuda del Señor que reina en Jerusalén. Es un Dios justo, que rompe el yugo de la gente malvada. Esa gente no alcanza la bendición de Dios. Son como el tamo, que arrebata el viento, como el pasto que crece en los techos, que no tiene profundidad de raíces y se seca muy pronto.
ORAR: Señor, que en tu pueblo se manifiesten las grandes verdades de tu bondad, tu misericordia y tu justicia, y que podamos vivir en carne propia la realidad de tu amor redentor. Amén.

IR: El Dios que ha entrado en la historia por medio del Señor Jesús nos llena de esperanza.