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Marcos 1:29-34 (La Palabra) Al salir de la sinagoga, Jesús fue a casa de Simón y Andrés, acompañado también por Santiago y Juan. Le dijeron que la suegra de Simón estaba en cama, con fiebre. Él entonces se acercó, la tomó de la mano e hizo que se levantara. Al instante le desapareció la fiebre y se puso a atenderlos. Al anochecer, cuando ya el sol se había puesto, le llevaron todos los enfermos y poseídos por demonios. Toda la gente de la ciudad se apiñaba a la puerta, y Jesús curó a muchos que padecían diversas enfermedades y expulsó muchos demonios; pero a los demonios no les permitía que hablaran de él, porque lo conocían. PENSAR: Aquel sábado estuvo lleno de actividad. Después de encontrarse con el demonio en la sinagoga y restablecer la vida de aquel hombre atribulado por el espíritu inmundo, el Señor Jesús fue a la casa de sus discípulos, la cual se llenó de visitantes. En aquella casa vivía una familia, y uno de sus miembros (la madre de la esposa de Pedro) estaba enferma. Sabemos que tenía una infección, porque tenía fiebre. Pareciera ser un detalle de poca importancia, comparado con el dramático encuentro con el diablo en la sinagoga. Sin embargo, representa las atenciones del Señor Jesús por la casa y la familia de sus discípulos. La esposa de Pedro seguramente estaría preguntándose en qué clase de movimiento se estaba involucrando su marido, ¿qué significaría para esa familia si el esposo comienza a seguir a un predicador itinerante? ¿Será que el Señor Jesús pondrá atención a la situación concreta de la familia? ¿Se dignará a atender a una necesidad así? ¿O será que Jesús sólo quiere dedicarse a hacer grandes milagros espectaculares, dignos de las primeras planas de los periódicos? La curación de la suegra de Pedro es una muestra de respeto y afecto por la casa de su discípulo. Especialmente es un mensaje de afirmación y seguridad para la esposa, en el sentido de que Pedro estará siguiendo a un maestro que quiere bendecir a su familia. No viene a sonsacar a Pedro para que se haga irresponsable de su papel en la familia, sino que viene a bendecir y a proveer, a sanar y a restaurar el bienestar de la familia. Es un milagro doméstico de gran importancia porque indica el tipo de presencia que ha llegado a la casa. La velada iba a terminar entre conversaciones deliciosas, en el contexto de una cena preparada con todo el cariño maternal, en la fecunda intersección entre la familia del discípulo y la familia de la fe. Pero la actividad estaba apenas empezando. La noticia de lo sucedido en la sinagoga se esparció por todo el pueblo, y al ponerse el sol ocurrió algo asombroso. Todos estaban esperando que terminara el día sábado para llevarle a Jesús a sus enfermos. No lo hicieron antes porque era día de reposo. Nos parece un gesto de mucho respeto a la tradición religiosa. Sin embargo, la mención de “muchos endemoniados” nos despierta la pregunta: Si era un pueblo tan respetuoso de la tradición religiosa, ¿cómo es posible que también fuera un pueblo de tantos endemoniados? Evidentemente no respetaban el día de reposo por conocer al Dios que había dado el mandamiento del reposo, sino por la costumbre y la tradición, que en la lucha contra las fuerzas del diablo son simplemente inservibles. El Señor atendió la necesidad de un pueblo de tradiciones. ORAR: Señor, dale a nuestra inquietud la calma que viene de ti. Amén. IR: Considerémonos un pueblo de gente afortunada por la gracia y la bondad de Dios.