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Marcos 13:32-37 (La Palabra)
En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo. Solamente el Padre lo sabe. Por tanto, procuren estar despiertos, porque no saben cuándo llegará el momento. Es como alguien que, al ausentarse de su casa, confía a sus criados la administración de ella; a cada uno lo hace responsable de su propia obligación, y al portero le encarga que vigile bien. Estén, pues, vigilantes también ustedes, porque no saben cuándo va a llegar el señor de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o de madrugada. ¡Que no los encuentre dormidos, aunque venga de improviso! Y esto que les digo a ustedes, se lo digo a todos: ¡Estén vigilantes!

PENSAR: Cuatro discípulos, dos pares de hermanos (Andrés y Pedro, Jacobo y Juan) habían preguntado al Señor Jesús cuándo ocurrirían los eventos que profetizó en el templo. Aquí viene la respuesta de Jesús: Nadie lo sabe. Sólo el Padre celestial. Y sin embargo, la necedad humana no tiene límites. Un día encontré un libro que calculaba el tiempo del retorno de Cristo, y se justificaba diciendo que el Señor indicó que no se puede saber “el día ni la hora”, pero no prohíbe calcular “el mes y el año”.
El Señor lo dijo muy claramente. Nadie sabe nada para responder a la pregunta “cuándo”. Sin embargo, este desconocimiento tiene como propósito la exhortación a la fidelidad. El Señor Jesús se ha ido, pero nos ha dejado responsabilidades en su casa; cada uno es responsable de su propia obligación. De modo que el estado normal de toda persona creyente es el de un sirviente que está esperando que su Señor regrese a casa en cualquier momento. Sabe que su Señor volverá, pero no sabe cuándo.
Esta respuesta que fue dada a los cuatro discípulos es para todos, incluyéndonos a nosotros hoy en día. No abandonemos nuestras obligaciones por estar esperando el retorno de Cristo, como hicieron algunos tesalonicenses, que dejaron de trabajar con el pretexto de esperar a Cristo. Tampoco abandonemos nuestras obligaciones suponiendo que el Señor no va a volver hoy, ni pronto, ni nunca.
La única manera de prepararnos para la venida del Señor es hacer precisamente todo aquello que debemos estar haciendo como sus siervos y siervas. Cada uno cumpliendo sus deberes. Porque creemos que Cristo puede venir hoy, por eso nos dedicamos a ser buenos padres y madres, a criar a nuestros hijos en la fe, a construirles una buena sociedad y a prepararles un buen mundo, sembrado de árboles, limpio y sano.
Martín Lutero decía que plantaba un árbol frutal para la siguiente generación, y al mismo tiempo esperaba que Cristo retornara hoy. Si Cristo viniera hoy, que nos encuentre trabajando para el bien de su casa, de su iglesia y de su mundo. Que nos encuentre ocupados por mejorar las condiciones de vida de nuestros prójimos, defendiendo a quienes ocupan un lugar especial en su corazón. Eso es estar vigilantes para su pronto retorno.

ORAR: Señor, ayúdanos a encontrar nuestra tarea para realizarla con toda responsabilidad. Amén.

IR: El pueblo de Dios no debe nunca dejar de asombrarse por la maravillosa gracia de Dios.