Marcos 13:24-27 (La Palabra)
Cuando hayan pasado los sufrimientos de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna perderá su brillo; las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestes se estremecerán. Entonces se verá llegar al Hijo del hombre en las nubes con gran poder y gloria. Y él enviará a los ángeles para que convoquen a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, del confín de la tierra hasta el confín del cielo.
PENSAR: El Señor Jesús murió y descendió a los abismos de la muerte. Resucitó y estuvo enseñando a sus discípulos durante cuarenta días. Luego ascendió al cielo y está sentado al lado del Padre celestial. Se fue, pero volverá.
Podemos identificar este patrón en muchos pasajes bíblicos: Un Señor que deja encargado a alguien, se retira de la escena, y regresa. Así aparece desde el jardín del Edén, hasta la Segunda Venida del Señor Jesús, pasando por las parábolas “de encargo”, que reflejan esta misma dinámica.
Esto nos ubica en un momento específico dentro del esquema del tiempo. El Señor subió a los cielos, y prometió volver. Estamos a la espera de su retorno. Esta historia aún no ha terminado. Cuando Cristo venga, será la culminación y consumación de toda la historia. Sin embargo, el final de la historia no será algo que logremos hacer desde abajo; no será resultado de nuestra evolución social, de nuestro progreso implacable. Más bien, vendrá de arriba, de “más allá del sol”. Será un acto de la gracia de Dios, una salvación divina, no lograda por el esfuerzo humano, sino por Dios.
Lo que notamos en este texto es el asunto de la luz. Hay una gran diferencia entre las luces cósmicas de los cuerpos celestes (el sol, la luna y las estrellas) y la luz gloriosa del Hijo del hombre. Dice que el sol, la luna, las estrellas y todas las potencias celestes dejarán de brillar, pero no se trata de un panorama de oscuridad total, sino todo lo contrario.
Así como en la creación la luz es independiente del sol y las estrellas (pues la luz fue creada antes que los astros), en la nueva creación, la nueva luz no proviene del sol, sino de Cristo. En esta creación, relacionamos a la luz con el sol, y decimos que si no hubiera sol, no habría vida. Pero, en la nueva creación, aunque no haya sol, sí habrá luz, porque la luz en el retorno de Cristo no será un asunto físico, sino neo-físico, es decir, de una nueva naturaleza. Será una luz que no sólo sostiene la vida vegetal y animal, sino que será la presencia misma de Dios, la fuente de nueva vida, de regeneración espiritual, de una nueva creación incorruptible.
Entonces el Señor congregará a su pueblo, ya sin distanciamiento social y sin miedo a contagio alguno. Sin falsos maestros, ni falsos profetas, ni falsos milagros, ni falsas motivaciones. Será una reunión auténtica, de un Señor auténtico con su pueblo auténtico, para vivir en la luz auténtica y transformadora, que todo lo renueva con su presencia.
ORAR: Ven, Señor Jesús. Que tu gloria ilumine toda la realidad y llene totalmente al mundo. Amén.
IR: ¡Qué bueno y qué agradable es formar parte del pueblo de Dios!