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Nehemías 3:38 (La Palabra) Reconstruimos, pues, la muralla completando la obra hasta media altura, gracias a que el pueblo puso el corazón en el empeño. PENSAR: El pueblo puso el corazón en este esfuerzo precisamente porque esta tarea vale la pena. Restaurar la vida de la iglesia no es cualquier proyecto. No es simplemente el tratar de volver a la normalidad, a los hábitos, costumbres y rutinas que teníamos antes de la pandemia. Era una disciplina buena, un orden saludable en nuestra vida. Eso es bueno. Pero la reconstrucción es mucho más que eso. La reconstrucción de la vida de la iglesia implica el gran proyecto de amor de Dios por su mundo. Reconstruir la iglesia es insistir en que Dios sí existe, y ama tanto al mundo, que lo ha demostrado al darnos a su Hijo Jesús. Y por eso, la iglesia quiere reconstruirse para seguir dando este testimonio. Para eso hay que poner el corazón. El Señor Jesús es la mayor prueba del amor de Dios, y no es solamente un buen hombre, un maestro de moral, un profeta excelente con enseñanzas “interesantes”. Él es el Dios creador del universo, que se quitó su corona y su manto real, y asumió la naturaleza humana. Vino al mundo como uno de nosotros. Adoptó nuestra carne, y al hacerlo, sintió los dolores que nosotros sentimos. Esas tragedias que nos hacen llorar, él las sintió. El Señor también compartió lo que es dolerse ante la muerte de un ser querido. Jesús también lloró. Dios ha mostrado esta clase de compasión; en la cruz, el Señor Jesús logró lo que no podíamos hacer por nosotros mismos. Nos ha librado de la culpa y del pecado. Ha sido el cordero provisto por Dios para cubrir nuestras faltas e imperfecciones, que nos alejaban de Dios. Ha sido, pues, el sacrificio de reconciliación entre Dios y toda su creación. Esta es una maravillosa noticia. La muerte de Cristo ha reconciliado a Dios con todo el cosmos. Dios lo ha levantado de entre los muertos, para que su historia no quede como la vida de un gran héroe, sino que es el Rey de reyes y Señor de señores. Al salir de la tumba, se ha convertido en el primero de la nueva creación, nueva creación que en Cristo ya es una realidad presente y efectiva. Nuestro proyecto vale la pena porque es para dar testimonio de esta historia del amor de Dios por nuestro barrio, por nuestra ciudad, por nuestro pueblo, y por todo el mundo. ¿Qué voces vamos a escuchar? ¿Las voces burlonas de quienes se oponen a la reconstrucción, las voces de los sabios del paganismo, que tienen el entendimiento entenebrecido, y no tienen temor de Dios, que piensan que son muy inteligentes y que pueden inventar una nueva ética del placer y del libertinaje? ¿Vamos a escuchar a quienes nos dicen que la vida no vale nada, que es tan corta que sólo hay que buscar disfrutar, porque luego nos vamos a convertir en nada? ¿Vamos a escuchar a quienes dicen que somos producto del azar y del sin propósito? ¿O vamos a escuchar la buena noticia que dice que Dios es bueno, que ha querido formar este mundo de belleza y equilibrio, de salud, bondad y vida, y que nos ha puesto en él para administrar con responsabilidad todo lo que Dios ha creado? ¿Vamos a creer entonces que nuestra vida tiene un propósito delante de Dios, para rendirle cuentas a Dios de nuestra vida en justicia, rectitud y santidad? Es justicia que es levantar al caído, restituir la dignidad a quien la ha perdido, justicia que es consolar a quien está en soledad. ¿Vamos a creer en esta buena noticia que nos ubica dentro de un plan bueno y bendito, de dar bendición a todas las familias de la tierra? Esta es la voz que yo prefiero escuchar. Quiero atender a su llamado, y sumarme a esa comunidad que es testigo de que Dios ha amado al mundo de tal manera que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna. ORAR: Señor, escucha