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Description

se alzaban sobre el valle, sus aguzados remolinos

los mirlos de alas rojas se reunían

vibrante arco su rápida, su zambullida contra el diáfano, contra el aire acotado

la profesión de ausencia, de ausentarse, un remontarse al cielo

y desaparecer

el momento del vuelo: otra renuncia al movimiento de la tierra

liebre, pato arlequín, mariposa cola de golondrina: cree en este refugio

brillantes pétalos de adelfa

blancos, rojos perímetros donde no debería haber perímetros

he aquí otro de mi larga lista de apartes:

¿por qué no habré tenido nunca un reloj que adelantara?

el aparato, que mide los minutos, es nuestra propia imagen

          la pérdida constante

e igual la delicada, la volátil condición del amor, el cuerpo traicionero

ese perturbador estado de creación y cómo hemos dañado–

¿no es uno buena lente para mirar a otro?:

      filtrar el cuerpo, filtrar la mente, filtrar la tierra resistente

y aquí con “resistente” me refiero a “que soporta”

      que aguanta la inconstancia del amante, el tratamiento lamentable

el experimento, lo no probado y lo no verdadero, los últimos intentos por ponerse bien

elige tu propia aventura: fallo farmacológico o fallo orgánico

cambio climático catastrófico

o algo parecido a lo que está matando a las abejas: colapso de la colonia

se parece a nosotros más de lo que quisiéramos, este maravilloso retal áspero

¿y por qué necesito decir los sapos, el matorral, las nubes?–

en una primavera de incomprensión, me complací en el ruido de los grillos

e hizo mis delicias el sexo de cada estación, los resbalones en el musgo

la bulliciosa compañía de los músicos, ese librero jovencito y tímido

y las voces anónimas que instaban a vagar

          a que las recogieran del crepúsculo en la linde del bosque

hasta que las criaturas nocturnas asomaran

      sus ojos como lamparitas en la vidriera de un negocio

          olvidados, que apenas encienden el deseo del hogar

de allí la carga del cuerpo, su campaña resoluta: sigue marchando

y si la guerra no nos saca de la quietud, nada nos va a sacar

sigo teniendo el mismo corazón desconcertado de siempre

      un poco más golpeado que antes, un poco menos de alegría

porque percibo la pesada carga de vivir en esta esfera declinante

al aire libre, enumeré mi lista de placeres:

ramillete de lila, olor a pino

gorriones que se bañan en una zanja de desagüe, su canción

los pensamientos lujuriosos de la primavera mientras florecen las violetas amarillas

      y los cerezos forman sus primeros capullos completos

las cuerdas tónicas a lo largo de las piernas y brazos de la juventud

      la juventud que se convierte en madurez, al madurar su carne

y al volverse más blanda, menos inalcanzable, ciruela sonrojada con manchitas

todos los días me equivoco –me olvidé de tomar unos remedios

se me entregó un hombre, amablemente, y yo lo rechacé

en una prolongada quietud, vi que la garza que no quería sobresaltar

era evidentemente una bolsita blanca atrapada en las ramas de un árbol del amor

no entendí que el deseo era una fuerza mortífera, hasta que–

      luz del sol, no me dejes todavía, aún no me harté de ti––

         ni que, aunque ya es tarde, no podamos aún reconciliarnos

si yo, el ser insignificante que soy, renuncio a todos los demás,

cuántos más, en la misma medida, renuncian a este mundo

luz, luz: no me abandones

te canto esta canción y voy a cantar otra